Un padre 'desaparecido' y un país kafkiano

El 20 de enero de 1971, la brutalidad y la calamidad histórica entraron por vez primera en la vida de Marcelo Rubens Paiva, que por entonces contaba 12 años. El general Emilio Garrastazú Médici había enterrado hacía algún tiempo la legalidad democrática en Brasil y los aparatos represivos experimentaban lo que dio en llamarse guerra sucia. El padre de Marcelo, el diputado progresista Rubens Paiva, fue secuestrado y asesinado.El propio escritor recuerda con desesperación la incertidumbre y la rabia pasada por su familia, así como la imposibilidad, incluso después del retorno de la democr...

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El 20 de enero de 1971, la brutalidad y la calamidad histórica entraron por vez primera en la vida de Marcelo Rubens Paiva, que por entonces contaba 12 años. El general Emilio Garrastazú Médici había enterrado hacía algún tiempo la legalidad democrática en Brasil y los aparatos represivos experimentaban lo que dio en llamarse guerra sucia. El padre de Marcelo, el diputado progresista Rubens Paiva, fue secuestrado y asesinado.El propio escritor recuerda con desesperación la incertidumbre y la rabia pasada por su familia, así como la imposibilidad, incluso después del retorno de la democracia, de hallar siquiera la sepultura del diputado muerto.

Esqueletos en la playa

En los recuerdos de Marcelo Rubens, la búsqueda incluye detalles grotescamente macabros. "Yo sé dónde está enterrado mi padre", dice, "y no se llegó a localizarlo por cuestión de metros y por culpa de la corrupción que impregna la política brasileña; tras el restablecimiento de la democracia, la administración local de Río de Janeiro emprendió una investigación sobre los desaparecidos y, poco más tarde, comenzaron a exhumarse esqueletos de una playa cercana a la ciudad. Estábamos seguros de que el cuerpo de mi padre sería hallado allí, pero llegaron las elecciones y subió al poder un gobierno local conservador, que suspendió la búsqueda inmediatamente".

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Este trágico e íntimo antecedente de su particular infortunio marcó, aun antes de su accidente y parálisis, una percepción especialmente amarga de la realidad de su país, que define, con propiedad dadas sus experiencias, como "kafkiana, porque si los militares ya no están directamente en el poder, los que siempre les acompañaron siguen controlándolo todo; el espíritu de corrupción continúa y tenemos un estado centralista con una economía típica del Tercer Mundo: creo que hay pocas esperanzas de cambio a corto plazo".

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