_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La paliza

Le propinó un tortazo histórico. Más que eso, fue un golpe filmico, un bofetón sonoro, una guantá tridimensional. Ella rodó como hacían los especialistas en las películas mudas, desmelenada y con un gesto (entre el dolor y la sorpresa) en su adolescente cara recién embestida. Como por inercia, su seno volvió a toparse con aquellos pies de machito que no dejaban de aplastarle el costillar. Luego, tras un directo mal encajado en su preciosa quijada, se rindió ante las zapatillas deportivas de su pegador. Un conato de desmayo, unas lágrimas, y después nada.Los otros adolescentes continuaron bebiendo tubos de cerveza en la terraza de verano, sin inmutarse. Una amiga de la nena gritó un poco. Dos chavales se llevaron al aprendiz de Stallone a una esquina.

La púber apaleada cedió a los ruegos de un apabullado peatón y se incorporó, sacudiéndose un poco el vaquero etiqueta roja. En realidad se trataba de una peatona que, con el corazón en un puño, no cesaba de soltar improperios. "¿Pero bueno, niña, por qué no te has defendido?". La nenita de boca rosa dijo: "Porque es mi novio".

La paliza empieza a hacer sus efectos, pensé yo, que resulto ser la viandante alucinada. ¿Habría presenciado cómo un joven energúmeno, fabricado en gimnasio body-building y con cursillo de defensa personal terminado, dejaba sonada a una moza en plena flor de juventud? Haciendo de tripas corazón aduje civilizadamente: "Pues denúnciale".

"SI sólo ha sido un enfado", me espetó la nena pateada.

Se entenderá por qué la dejé caer en medio de su hipío. No hay derecho a que una desconocida te rompa los esquemas, por muy sonadita que se haya quedado.

Desde entonces no ceso de preguntar a la almohada, que es la que mejor escucha: ¿se pondrán de moda las mujeres maltratadas?, ¿soñarán ellas con el cojo Manteca?, ¿habrán comercializado un nuevo aroma-para-hombres con efectos secundarios? Y no me contesta, no sé si porque no se atreve o porque no sabe.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_