La paliza
Le propinó un tortazo histórico. Más que eso, fue un golpe filmico, un bofetón sonoro, una guantá tridimensional. Ella rodó como hacían los especialistas en las películas mudas, desmelenada y con un gesto (entre el dolor y la sorpresa) en su adolescente cara recién embestida. Como por inercia, su seno volvió a toparse con aquellos pies de machito que no dejaban de aplastarle el costillar. Luego, tras un directo mal encajado en su preciosa quijada, se rindió ante las zapatillas deportivas de su pegador. Un conato de desmayo, unas lágrimas, y después nada.Los otros adolescentes continuaron bebiendo tubos de cerveza en la terraza de verano, sin inmutarse. Una amiga de la nena gritó un poco. Dos chavales se llevaron al aprendiz de Stallone a una esquina.
La púber apaleada cedió a los ruegos de un apabullado peatón y se incorporó, sacudiéndose un poco el vaquero etiqueta roja. En realidad se trataba de una peatona que, con el corazón en un puño, no cesaba de soltar improperios. "¿Pero bueno, niña, por qué no te has defendido?". La nenita de boca rosa dijo: "Porque es mi novio".
La paliza empieza a hacer sus efectos, pensé yo, que resulto ser la viandante alucinada. ¿Habría presenciado cómo un joven energúmeno, fabricado en gimnasio body-building y con cursillo de defensa personal terminado, dejaba sonada a una moza en plena flor de juventud? Haciendo de tripas corazón aduje civilizadamente: "Pues denúnciale".
"SI sólo ha sido un enfado", me espetó la nena pateada.
Se entenderá por qué la dejé caer en medio de su hipío. No hay derecho a que una desconocida te rompa los esquemas, por muy sonadita que se haya quedado.
Desde entonces no ceso de preguntar a la almohada, que es la que mejor escucha: ¿se pondrán de moda las mujeres maltratadas?, ¿soñarán ellas con el cojo Manteca?, ¿habrán comercializado un nuevo aroma-para-hombres con efectos secundarios? Y no me contesta, no sé si porque no se atreve o porque no sabe.
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