Adiós, Charlie
Con la segunda propina que felizmente nos ha caído tras la emisión de su último largometraje, hoy se pone punto final a excelente, completo, necesario y tardío ciclo dedicado a Char les Chaplin. La película es Un rey en Nueva York, realizada en 1957, diez años antes de La condesa de Hong Kong.Pasa por ser un filme menor en su filmografía, y de hecho lo es, pero téngase en cuenta que un filme menor de Chaplin siempre da ciento y raya a centenares de comedias mayores o pretendidamente mayores. Además, Un rey en Nueva York -hay que tener en cuenta el detalle, sobre todo si consideramos la meticulosidad del cineasta en sus obras- la realizó Chaplin deprisa y con carácter de urgencia, saldando una cuenta pendiente con EE UU, país del que estaba exiliado desde 1952, acusado por la caza de brujas.
Un rey en Nueva York, a las 19
45, en TVE-2; Dos más uno, igual a dos, a las 22.45, en TVE1.
La obra, pues, es una come día crítica y despiadada donde el humor de Chaplin adquiere honestamente la voz de una acusación. La acusación de una intolerancia desproporcionada. "Yo era hostil a la Comisión de Actividades Antiamericanas, un título lo bastante clásico como para permitir ahogar la voz de todo ciudadano americano cuya opinión no fuese la de la mayoría", escribiría el artista en su autobiografía. Ésa ira impregna toda la película, que por una vez desciende su habitual sentimentalismo a grado casi cero, aunque mantiene escenas hilarantes de primera magnitud, como esos momentos en que el protagonista -la última interpretación principal del genial actor-, tras la cirugía estética, no puede reír y ha de aguantar con mil muecas contenidas un espectáculo cómico: su arte, eso está claro, seguía estando en la cúspide.
Comedia de mucha menor capacidad y calidad es Dos más uno, igual a dos, historieta donde se mezcla el rugby con un triángulo sentimental sin que la cosa pase del entretenimiento vulgar. A destacar, más que el trío formado por Burt Reynolds, Jill Clayburgh y Kris Kristofferson, la presencia de algunos secundarios, como el siempre excelente Robert Preston.
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