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Cartón y hojalata

Exposición de 500 juguetes antiguos en Móstoles

Juan Antonio Carbajo

Los cuatro centros culturales de Móstoles celebran la Segunda Semana de Juegos, Jugadores y Juguetes, una iniciativa que cuenta este año con una exposición insólita: más de 500 juguetes antiguos de la colección personal de Ismael Peña. La exposición, que concluye hoy, cuenta entre otras cosas con la reproducción de una escuela de hace unos lustros, con todos sus enseres, incluida la vara de golpear en los nudillos a los alumnos.

Los adultos que visitan la exposición que concluye hoy tienen ocasión de reencontrarse con los juguetes que una vez tuvieron o con los que nunca pudieron alcanzar, como los muñecos Katekrusse, de casi un metro de altura, o aquellas peponas de cartón de los años cuarenta, o las muñecas de porcelana de los veinte, que todavía hacen suspirar a madres y abuelas de los ochenta.Los niños de hoy no se explican cómo sus mayores pudieron jugar con inventos tan extraños como el diábolo, el chito, el bonis -"juego de niñas", advierten los padres a sus hijos- o la pelota de trapo. Los pequeños piden continuas explicaciones a sus padres sobre las reglas de estos "juegos de pobres", como los llama el propio Ismael. El objetivo es lograr la conexión entre padres e hijos.

Los viejos juguetes son también objeto de interés de pertinaces coleccionistas como Eustaquio Castellano, un valenciano de 50 años que ha reunido 3.500 piezas desde que hace nueve años decidiera empezar la colección "para olvidar el trauma de una posguerra sin juguetes". Eustaquio, que dice con orgullo poseer uno de los juguetes más antiguos -unjuego de tabas de 2.500 años de antigüedad-, es también juguetero de profesión, y piensa lanzar al mercado en breve una vieja novedad: el caballo de cartón. Castellano ha aportado a la exposición parte de las piezas que tiene repartidas entre dos pisos y un museo en Teruel.

El fruto de la curiosidad

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Ismael ha reunido, viajando por todos los rincones de España durante 18 años, 250.000 piezas entre instrumentos musicales, trajes regionales y juguetes. Su afición le ha obligado a comprarse tres casas en un pueblo de las afueras de Madrid que usa para guardarlas.

Ismael ha recogido las piezas suficientes como para reproducir una escuela de hace unos lustros, parte de la cual se encuentra en la exposición: pupitres, cartillas, tinteros, compases, microscopio, y para no perder detalle no falta ni la vara de golpear nudillos traviesos.

Los juguetes modernos tienen sus ventajas -"un ordenador ocupa poco espacio y atrapa al niño"-, según una visitante madre de dos hijos, pero los viejos cacharros han conseguido espolear la imaginación de algún chaval que ha dejado el teclado para fabricar tirachinas con pinzas de tender la ropa como los de la muestra. "Hasta el chito se pondría de moda si no fuera porque a ninguna firma le interesa potenciar un juego para el que sólo se necesita un trozo de madera", dice Ismael.

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