La euforia de Núñez o la ceguera permanente
Cuando terminó el partido, Josep Lluís Núñez, el presidente del Barcelona, apartó de su sien la pistola imaginaria que le estaba apuntando, y soltó el discurso modelo B que ya llevaba preparado: "Hemos ganado a un equipo que venció por 0-4 al Madrid en el Bernabéu". Exultante, feliz, Núñez atendía a los medios de comunicación como si él hubiese marcado el gol del Barcelona. Y, en el fondo, Núñez estaba convencido de que había sido él y no Alexanco el autor del gol.El modelo B incluye aprovechamiento al máximo del triunfo, un par de alusiones al enemigo eterno -el Madrid, por si alguien lo duda-, euforia sobre el futuro -fichajes, títulos y éxitos-, olvido total de la desastrosa temporada liguera, pacto sobre las deudas a Hacienda de los jugadores, y, ¿por qué no?, convocatoria adelantada de elecciones. El modelo A, el destinado a la derrota, se quedó escondido en el fondo de la mente de Núñez. Pero si la derrota se hubiese producido y la bala imaginaria se hubiese disparado, a nadie puede extrañarle que Núñez hubiese reaccionado con fichajes inmediatos -Johan Cruyff como entrenador, por ejemplo-, propósitos de enmienda, y, sobre todo, críticas despiadadas a Berrid Schuster que podían ir desde el insulto hasta el juzgado.
Núñez, desde luego, va a defender la tesis de que el título demuestra que las cosas se han hecho bien desde su directiva. Lo malo para él es que ya bien pocos lo van a creer. En el Camp Nou hay asientos que no se han utilizado en toda la temporada.
La responsabilidad de este título recae en el gran planteamiento de Luis, y en el juramento de sangre de una plantilla que, además de mucho dinero en primas, había perdido el respeto profesional.
La grandeza del Barcelona como club fue salvada así por un grupo de profesionales mortalmente heridos en su orgullo, apoyados desde las gradas por unos 5.000 aficionados. Eran los restos de la armada invencible de la final de la Recopa de Basilea, cuando el Barga era capaz de movilizar a 35.000 ilusionados seguidorcs. Los 30.000 que se quedaron en el camino no son, precisamente, unos fanáticos de Núñez, aunque él -o los que le rodean-,,crean lo contrario y sigan con su ceguera permanente que les hace ver el Camp Noti Heno a rebosar cuando está vacío.
Y, cuando la resaca del triunfo esté olvidada, ¿qué hará Núñez? En teoría, debe prescindir de Luis Aragonés, de media plantilla -muchos de ellos ganaron el título ayer-, y Schuster se marchará al enemigo eterno. Pero Núñez no conoce el desaliento. En realidad, piensa que él es el único imprescindible. Porque si no, ¿quién marcará los goles?
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