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Los jóvenes de Kendall asistieron a la clase de Jankovic

Los jóvenes cachorros de Kendall recibieron una lección de fátbol en el Bernabéu, de esas que, sin duda, sirven para mejorar en el duro aprendizaje del oficio. Desde que el incombustible Carlos Santillana abrió a los 10 minutos el libro por la página en la que se explica como debe adelantarse un rematador a toda una jauría de buenos, aunque inexpertos, saltadores de cabeza, los chavales del Athlétic se dedicaron a contemplar, boquiabiertos, la charla que comenzó adarles Milan Jankovic. El yugoslavo improvisé una conferencia que deberá completar el próximo miércoles ante el Bayern para ganarse otra vez el aplauso del auditorio madridista.Jankovic se dio cuenta en seguida de que anoche se trataba de impartir el cursillo a los chavales que Kendall mandó a la escuela del Bernabéu. Así que se apoderó del balón e hizo buena la tesis que defiende su compañero Emilio Butragueño, según la cuál el yugoslavo no es que sea lento -que lo es- sino que las piernas no las necesita para correr y sí únicamente para tocar el balón en corto, a derecha e izquierda, o enviar largas aperturas hacia una u otra banda. Michel y Gordillo, sobre todo el segundo, entendieron en seguida el mensaje.

Quienes no comprendían nada eran los chicos del Athlétic, quizá porque Kendall les dio unas instrucciones distintas a las habituales. No comenzó el Athlétic jugando con tres centrades en línea y dos laterales, como punto de referencia en las bandas para completar la retaguardia, sino que fueron cuatro los zagueros puestos en zona, con Patxi Salinas adelantado esta vez a la media para controlar a Martín Vázquez. A Jankovic le daba igual, y no sólo porque el cachorro que tenía enfrente era Joseba Aguirre. De repente, el yugoslavo construía una pared, o bien sorprendía a los despistados chiquillos bilbaínos con un lanzamiento preciso que dejaba a Michel, Gordillo, Santillana o Hugo por detrás del cuarteto defensivo visitante. Y con una salvedad: nadie incurría en fuera de juego.

El promedio de palmetazos en las manos de Biurrun -por otra parte el más espabilado del Athlétic- era de uno cada cuarto de hora, por lo que al tercer gol Kendall trató de cambiar su propia cartilla. El técnico británico ordenó el repliegue de Patxi Salinas hacia el puesto de líbero y el Athlétic se situó algo mejor. Pero sin pasarse.

En el banquillo de al lado, Leo Beenhakker aprovechó con inteligencia la coyuntura porque se dio cuenta de que era el partido idóneo para darle más minutos a Gallego. Así que el holandés retiró en el descanso a Martín Vázquez -con problemas musculares- y dio entrada a Gallego. Los chavales bilbaínos también lo agradecieron porque pasaron a recibir su segunda lección con dos profesores en el aula: el yugoslavo, que adelantó unos metros su posición y se escoró a la izquierda, y el recien incorporado, que pasó a ocupar su puesto habitual de jefe del equipo.

El Madrid se dedicó a pasarse el balón en cómodas combinaciones, se limitó a marcar otros dos goles y apenas se inquietó salvo en un nuevo error de Buyo a la salida de un córner -algo que comienza a ser ya digno de estudio más profundo en los entrenamientos-, pero el cabezazo de Urale lo salvó Gallego bajo los palos. Los jóvenes del Athlétic, mientras, seguían a lo suyo, es decir, a encadenar errores, a perder balones.

Acabado el rondito de recreo, ahora le queda al Madrid para el miércoles una clase que puede resultar más peligrosa. Pfaff y los suyos van a mostrarse en el Bernabéu, al menos, revoltosos.

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