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Reportaje:

Paco Carvajal

Un teatro paralelo a la filosofía de la vida

Rocío García

Ha cambiado de novia después de nueve años a su lado. Ha dejado de quererla y se ha marchado con otra. Así explica Paco Carvajal el final de su relación con el madrileño teatro Martín, al que ha abandonado en el cenit de su carrera para reabrir el Alfil y comenzar de nuevo una dura batalla a su lado. Es madrileño, tiene 29 años y fama de duro. Le gusta complicarse la vida y encontrar dificultades. La filosofía de su vida corre paralela a la del teatro, alrededor del cual han girado sus inquietudes culturales.

Su ex mujer y madre de sus dos hijos -mulatos, por la raza negra materna- le repite siempre que está gafado, que cuando las cosas le van bien las destruye. Eso es lo que ha hecho con el teatro Martín, donde ha sido empresario durante nueve años y donde ha cosechado grandes éxitos. En 1978, cuando se hizo cargo del Martín, llevaba el pelo largo y estaba en un momento clave de su vida política y social "Me encontraba en el vértice de mi sensibilización social", recuerda Paco Carvajal, cuyas inquietudes políticas y culturales le vienen casi de cuna. De padre socialista y violinista, fue educado, al igual que sus tres hermanos, en un ambiente especialmente político y de gran sensibilidad cultural.En el Martín entró con la idea de hacer un teatro independiente y de vanguardia, algo inu sitado en aquella época. Por su escenario pasaron grupos hasta entonces no representados, como Dagoll Dagom, el grupo holandés Pigeon Drop, La Claca... Fue un teatro comprometido, joven, de acuerdo con la época y la filosofía vital de Car vajal. Ahora ese teatro se ha quedado viejo, arcaico. "Sus paredes ya no me decían nada. Es como una mujer a la que dejas de amar, aunque siempre la sigas queriendo". Y se ha lanzado de cabeza en el teatro Alfil, en pleno centro de Madrid, que se encontraba cerrado desde hace un año, aunque en los dos últimos fue utilizado como sala X.

El Alfil será diferente a lo que se ha entendido hasta ahora como teatro. No tiene las clásicas butacas todas enfiladas. Es un local recogido, con una deco ración agradable, con sillas, mesas y un bar donde se podrá tomar una copa y fumar durante la representación. "Se va a crear una nueva filosofía del teatro. Hoy el teatro está abrumadora mente en la calle. Hay que romper con el teatro clásico. Tiene que ser necesariamente más intimista, un teatro en el que se pueda hablar, patear y marcharse si uno quiere, siempre dentro de un respeto al trabajo de los demás. Además, el teatro no es para doctorarse, sino para divertirse".

Siempre ha estado buscando ideas nuevas, siempre en la vanguardia. Es tremendamente vitalista y le encanta hacer muchas cosas a la vez. Contribuyó al montaje de los cines Alphaville y del cinestudio Griffit, donde hace 15 años organizó la primera exposición de comics de Madrid, con nombres ahora conocídísimos, como Cesepé y El Hortelano. Ha hecho negocios -a la fuerza, según él- para poder mantener su ideas teatrales, ya que se vanagloria de que nunca ha pedido subvenciones estatales. "Mi forma de vida me obliga a mantenerme independiente".

Es urbano y le gusta la noche en Madrid. Detrás de esa fama de duro -"un gánster con cierto toque de clase"- se intuye una persona tierna a la que lo que más le gusta es "el arte y la belleza".

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