La suerte y un precioso gol de Orejuela eliminaron al Inter en Sarriá
Los videntes llevan de cabeza a los españoles aficionados a los juegos de azar, para satisfacción de los administradores de loterías. Soñaron con las cifras del número del gordo de Navidad, pero no consultaron con Javier Clemente, el técnico del Español.Como minimo, al entrenador españolista seguro que le toca la pedrea. De momento, Clemente disfrutó anoche con el primer premio en la tómbola de la Copa e la UEFA. Su equipo se clasifió para los cuartos de final al encer al Inter de Milán, que se orivierte en la tercera víctima de prestigio -ha logrado 12 títulos e la Liga italiana y dos de la copa de Europa, ante un Real Madrid y un Benfica cuajados de nombres históricos-, tras el Borussia de Moenchengladbach y el Milán, que cae a los pies del Esañol.El lunes y el martes lució el sol en Barcelona y, curiosamente, ayer llovió. El Español necesitaa de esa lluvia como agua de Mayo para que el césped de Sarriá, regado normalmente en exceso por orden de Clemente, se convirtiera en una pesada carga ara el Inter y en un aliado más el conjunto blanquiazul, que sólo debía defenderse y evitar que le marcaran un gol. No sólo consiguió ese objetivo, sino que marcó un precioso tanto en la primera jugada de ataque que realizó. Por eso, Clemente, afónico de tanto chillar y fumar, no tuvo reparos en admitir al final del encuentro que se había pasado "de milagro".
A pesar de sus palabras, el milagro blanquiazul tuvo bases sólidas de sustentación, que ponen en tela de juicio a los responsables de la Federación Española que han dejado dimitir a Clemente como profesor de la escuela de entrenadores. La estrategia que planteó fue perfecta y, sin Miguel Ángel ni Gallart, se sacó de la manga el invento de situar a Job, que sólo tiene la pierna izquierda para sostenerse, como lateral izquierdo para frenar a Fanna con la ayuda de Soler. El calvo y trotón centrocampista italiano fue sujetado a la perfección y su equipo lo acusó notablemente.
El aficionado españolista acudió a Sarriá consciente de que no iba a presenciar un buen partido y por eso hasta cometió la incongruencia de corear con "olés" cada balón que Regaba retrasado a las manos del camerunés Nkono. Y es que el Español no podía permitirse ningún tipo de florituras. Tenía que concentrarse al máximo, presionar al contrario para impedir que controlara el balón y esperar a que sonara la flauta. Le salió todo a pedir de boca porque, Orejuela, con su gran cabezazo, hizo sonar ese instrumento imaginario y hasta el Inter le dio facilidades, al menos durante los primeros 45 minutos, con su juego lento y de pases. cortos que jamás habría practicado un equipo inteligente en un terreno embarrado.
El Español pagó el generoso esfuerzo de la primera parte. Tras el descanso, el Inter, con dos hombres de refresco en sus filas, Ciocci y Matteoli, hizo que los minutos parecieran siglos. Los pupilos de Clemente ya no podían practicar el pressing y en las jugadas individuales siempre salían perdiendo. La banda izquierda de la nueva tribuna de Sarriá se convirtió en una autopista por la que entraban Nobile y Altobelli, esquivando a cualquier conductor-defensor suicida que le saliera al paso. Pero los italianos no pudieron esquivar el palo derecho de la meta de Nkono, que desvió un disparo de Ciocci, en el minuto 61, ni tampoco al ágil portero africano, que desvió dos buenos remates de Serena y el argentino Passarella.
Para sacar aquello adelante sólo hacía falta serenidad y esa cualidad la puso el danés Lauridsen en los últirnos 20 minutos. Clemento echó mano de él como en el encuentro de ¡da, en el que marcó un gol de bandera y puso al Español otra vez en la órbita europea, de la que no quiere salir.
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