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El Madrid forzó el cuarto partido

Luis Gómez

El Madrid forzó un cuarto partido, que se jugará mañana sábado en el Palacio de Deportes. El Barcelona permitió que su rival sacara provecho, aunque apurado -pero en estas eliminatorias las diferencias no sirven ni para los estadísticos- de una acción a la desesperada. Así, el conjunto azulgrana nunca pudo jugar el partido, no se concedió tiempo para adquirir sosiego, mirar al rival a la cara y manejar el tiempo de las principales jugadas. Si lo hubiera intentado quizás habría podido utilizar el miedo razonable que embargaba a los jugadores madridistas en su propio beneficio. Al Barcelona no le pesaba nada llegar al sábado, al cuarto partido; pero ahora, el sábado, sí le puede pesar llegar al quinto.El Madrid no es que resolviera pronto, porque nunca lo hizo, pero pudo administrar su miedo librándose de la tensión durante toda la primera parte. Con una defensa férrea, sobre todo sobre Epi o Sibilio, faceta de la que se encargó Spriggs, y una ferocidad excesiva para controlar las primeras acciones de rebote, adquirió una ventaja espectacular (196 al minuto 6, 35-16 al minuto 12). El Barcelona se vio enbarcado en un bochornoso porcentaje inicial de un 10%, que ascendió hasta un paupérrimo 29% en el descanso (53-32). El coste de tamaña agresividad fue que Spriggs, Branson y Romay se cargaron con tres personales. Para el Barcelona el coste era jugar otro partido muy diferente en la segunda parte; su ventaja psicológica había desaparecido muy pronto. En esa faceta, el Madrid había resuelto el partido.

En la reanudación, la mejor dirección de Solozábal encontró provecho en cierta marcha atrás de la defensa madridista, que dejó mayor espacio a Sibilio, a Simpson y al base rival. Algunas acciones de Spriggs ayudaron a su equipo a mantener el marcador (72-52 a falta de 13 minutos), pero el ataque azulgrana comenzaba a funcionar y era mucho más fluido que el del Madrid.

Entonces, comenzó el goteo (79-69 a falta de 8 minutos). Pero este tipo de partidos, se pueden decidir con la aparición en escena, o resurrección en este caso, de un elemento inesperado. Cuando un Iturriaga con las piernas demasiado blancas saltó a la cancha, el Madrid había agotado gran parte de sus recursos. Pero Iturriaga acertó siete veces sin fallo.

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