María Jiménez
está relatando sus memorias en la revista Hola con una sinceridad muy poco habitual en este tipo de relatos. Ha contado ya el hambre terrible que pasó de pequeña -incluso comió carne de gato, y más de una vez- y la cantidad de suelos y escaleras que tuvo que fregar para poder comer; su intento, frustrado en el último momento, de sobrevivir, cuando llegó a Madrid, como chica de un puticlub próximo a la Gran Vía; su decisión de tener, con sólo 16 años, a su hija Rocío, casi momentos antes de someterse a un aborto... Esta semana, María Jiménez relata sus amores con el actor Pepe Sancho. "Yo estaba enamorada de El Estudiante incluso antes de conocerle en persona", confiesa. La cantante reconoce haber quedado seducida a través de la pantalla de televisión, viendo cabalgar por las serranías a aquel guapo hombre de recias patillas con la banda de Curro Jiménez. "Me enamoré de aquel bandolero cínico, duro, fuerte; me encantaba el personaje que hacía en la serie", dice, aunque añade de inmediato que ella sabía, en el fondo de su corazón, "que aquel hombre no era así" en la realidad, que era "un niño por dentro". Con esta firme convicción y dispuesta a todo, le espetó el día que se lo presentaron: "Ya sé quién eres. Un hombre muy guapo que a mí me gusta mucho". El otro no le hizo ni caso. Hasta que un día se encon traron por casualidad en El Corte Inglés. Ella le abordó y consiguió que la invitara a cenar. Después, él se marchó a Barcelona a trabajar, y María Jiménez, con la perseverancia de los tábanos, le llamó varias veces por teléfono, pero nada. Pepe Sancho no picaba. Unas semanas más tarde, volvieron a coincidir, él la invitó a unas copas y esa noche María, pensando que ya no se le presentaría otra oportunidad, dado lo escurridizo que era el amado, se lanzó: "Dime sí o no, Pepe. ¿Te quieres casar conmigo?". El supuesto novio constestó con una galantería pero se hizo el sueco. Hasta que, por fin, meses después, él le dio el ansiado sí. El final féliz lo resume la propia artista: "Me casé en Sevilla, vestida de Sissí emperatriz. Pepe lloró de alegría, y yo no lloré para que no se me corriera el maquillaje"
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