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BALONCESTO

La Copa Príncipe de Asturias sufre un descalabro

Luis Gómez

Hay torneos espurios y la Copa Príncipe de Asturias es uno de ellos, hasta el punto de que ha degenerado en una jornada que da lugar a una sospecha bien entendida. Las eliminaciones del Real Madrid, Barcelona y hasta la del Cajabilbao son hasta comprensibles y de los semifinalistas del torneo (Joventut TDK Manresa, Oximesa y Leche Río) solo cabe decir que sobra el Joventut.Un torneo metido con calzador, sin otro objetivo que el de aprovechar huecos libres en el calendario, ha dado lugar al penoso espectáculo de ayer en varias canchas. Las eliminaciones de Madrid y Barcelona son fruto de una casualidad, pero también de cierta unánime falta de motivación en los jugadores. Y aunque al Real Madrid le quede el recurso de justificar que su ejecutor ha sido el Joventut, poco podrá esgrimir en su defensa si se observa el vídeo de su partido de ayer. El Joventut jugó muy mal y ganó sobradamente, así que el Madrid poco menos que no jugó. El público casi llenó el pabellón, confiado en que un Madrid-Joventut, aunque sea sin nada interesante de por medio, siempre puede ser un buen espectáculo. Pero salió defraudado y decidió ir desfilando hacia la calle un par de minutos antes de que el partido concluyera. Perdía el Madrid abrumadoramente, pero había quedado bien claro que carecía de capacidad de reacción. O es que no le interesaba demasiado.

Casi una hora antes, se podía advertir que sólo Biriukov y Romay estaban por hacer las cosas bien; en el caso de Romay porque se encuentra tan motivado con jugar casi 40 minutos por partido que no está dispuesto a desaprovechar ninguna oportunidad. Romay está realizando la mejor temporada de su carrera y ése es un regalo que le ha venido al Madrid y cuyas consecuencias podrán medirse mejor en mayo.

El Joventut se puso en ventaja muy rápidamente y la mantuvo hasta el final, salvo un par de minutos en los que los colegiados decidieron deslucir aún más el encuentro; pitaron dos técnicas consecutivas al Joventut que permitieron al Madrid su único empate (37-37) y el público reaccionó de forma ecuánime, gritando "¡tongo!, ¡tongo!" y silbando a los árbitros. Desde ese momento no se vio sino un desorden general que alcanzó proporciones escandalosas en varias fases de la segunda mitad.

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