El Barcelona perdió el liderato al empatar frente al Zaragoza
El Barcelona perdió su primer punto en el Camp Nou y, por extensión, el liderato. Sólo logró mantener un pequeño récord para los amantes de la estadística: no recibir ningún gol en su propio estadio. En su línea habitual de esta temporada, el equipo azulgrana fue incapaz de derrotar a un Zaragoza maltrecho, que llegó lleno de esparadrapos y con el único objetivo de mantener la igualada a cero hasta el final.La teoría de la gota malaya le falló anoche al técnico barcelonista, Terry Venables. Sus discípulos se lanzaron machaconamente sobre la defensa de cartón-piedra del Zaragoza, pero no hicieron mella en ella a pesar de que dispusieron de tres oportunidades claras en el primer tiempo. Durante 15 minutos de este período el Barça ofreció a sus seguidores el fútbol más decente de esta temporada, pero ni Lineker, en dos ocasiones, ni Amarilla ni Pedraza tuvieron fortuna para batir al espigado meta Cedrún. Y, para colmo, no estaba Roberto para hacer el milagro suyo de cada partido. Una amigdalitis le dejó, a última hora, en la cama y, por lo tanto, sin posibilidades para formar en la alineación inicial.
Ayer ni los defensores de otra teoría que sustenta que "la belleza del fútbol reside en el ojo del observador" podían justificar el mal juego del Barcelona. Los espectadores que acudieron al Camp Nou no están saturados de fútbol ni arrastran la resaca del pasado Mundial. Todo lo contrario, están ávidos de él y son tan bondadosos que se conforman con una simple tortilla de patatas. Lástima que sobre el césped del Camp Nou hubiera excesivas patatas y un plato tan típicamente español y sabroso quedase desvirtuado.
Por eso, los seguidores barcelonistas se hartaron de ver cómo Moratalla desequilibraba totalmente a sus compañeros de línea defensiva cada vez que intentaba jugar el balón o acosaba al contrario. Los silbidos, único recurso del socio para mostrar su desaprobación, acompañaron al defensa azulgrana durante todo el partido, mientras los aplausos eran para Migueli, que tuvo que trabajar a destajo para cortar balones y, además, servirlos a sus compañeros. Y Migueli ya no está para tantos trotes.
Al Barça de anoche le faltó lo de siempre, claridad de ideas. Arrinconó al Zaragoza, desde el primer instante del partido, con un Víctor perfecto en su misión de robar balones, pero careció de ese jugador capaz de abrir espacios. Los pupilos de Venables se limitaron a colgar balones a la olla para que una torre, Amarilla, los devolviera con la esperanza de que encontran una bota salvadora. Y lo cierto es que el paraguayo lo hizo bien; incluso demostró poseer una técnica más depurada que el galés Mark Hughes, al que sutituye circunstancialmente. Pero, ante un equipo con oficio y recursos, había que emplear otras armas. En esta ocasión faltó el remate de última hora, el que valió para resolver en Lisboa, en el encuentro de la Copa de la UEFA ante el Sporting.
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