El Athlétic triunfó con más coraje que ideas
La casta todavía es rentable. Sin florituras y con más coraje que ideas, el Athlétic desarboló al Magdeburgo y obtuvo una cómoda renta para el partido ¿le vuelta. También se demostró algo más: chutar es mejor que bombear. Los dos goles llegaron tras disparos lejanos, corno dictan los manuales: uno, por la escuadra; otro, raso y a la cepa del poste.Aunque: su juego no pasó de discreto, el Athlétic evidenció signos de mejoría, especialmente en el primer cuarto de la segunda parte. Por unos minutos, se olvidó del bombeo como recurso instintivo y se trabajó al Magdeburgo en las bandas. Los alemanes orientales se resquebrajaron' y el Athlétic comenzó un festival de remates que concluyó cuando Gómez largó el chupinazo que significó el segundo gol. Por lo visto, los bilbaínos no están para esfuerzos supremos.
Joachim Streich puso de manifiesto su idea del fútbol ofensivo:10 defensas y un delantero. El entrenador del Magdeburgo declaró, ufano, que su equipo jugaría al ataque. Nada. El míster no es de fiar. Sus pupilos se encerraron en el área y confiaron en la altura de los centrales, Stahmann y Dobbelin, para mantener a raya a Goikoetxea y Liceranzu. La estrategia no es en absoluto novedosa, pero sobra para detener al Athlétic cuando se dedica al bombeo intensivo de balones. En estos tiempos, los rojiblancos no están sobrados de ingenio sobre el césped. Basta decir que el papel de conductor corresponde a Goikoetxea. Por ahora, los centrocampistas están para cortar, correr y secar. Construir no figura entre sus tareas.
A pesar de la carencia de ideas, el Athlétic tuvo ocasiones sobradas para marcar en el primer tiempo, sobre todo en el último cuarto de hora. Argote se pegó a la línea de banda, le tomó las medidas al lateral Schossler y comenzó un breve recital -el zurdo es hombre de momentos fugaces- de recortes, fintas y centros al segundo palo que acabaron con el espinazo del defensa y con los nervios de Heyne, un gigante de manos blanditas. Pero el gol no llegó porque todos se empeñaron en fallar.
El pequeño vapuleo del final de la primera parte dejó entrever que el Magdeburgo es un equipo tan blandito como las manos de su portero. Naturalmente, llegaron los goles. Y entonces se aclaró que la palabra de Streich definitivamente no merece crédito. Ni con la eliminatoria colgada, el Magdeburgo varió de estrategia. Diez defensas y un delantero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.