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Tribuna
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Destierro

Que para pasar unos días en la playa, en malísimas condiciones por lo general, haya que atravesar una espesa frontera de gasolina hierros y sangre, no tiene demasiada justificación. Pero que encima esto constituya la gran recompensa laboral del año, hace el asunto doblemente inexplicable. He aquí su éxito.Probablemente pocas veces los seres humanos acogen mejor la diversión que cuando se sume en el absurdo. Y nadie queda en verdad más legitimado para gozar desaforadamente que cuando la coacción no deja resquicio para tomar otro camino. Año tras año, la vacación es la apoteosis de la coerción. Ninguna causa hace que sean más celebradas las vacaciones que aquella derivada de su obligación inapelable. La norma, de un despiadado rigor, preceptúa que se cierren fábricas, oficinas y peluquerías. Como resultado inmediato la población laboral queda expulsada a las afueras. Las aglomeraciones de coches saliendo al campo son prueba de este éxodo a que se ve condenada la etnia laboral tan pronto se cumple la hora de aplicación del reglamento. Gentes con sus enseres y sus hijos, todos hacinados y desterrados de su reino natural y empujados a un penoso peregrinaje tan falto de misión como realmente irresistible.

En el camino hacia el destierro y en el del regreso desde el exilio mueren o quedan heridos por docenas. Y los que se salvan sienten siempre que lo más importante fue llegar. Primero a ese lugar ajeno donde fue necesario combatir todo la memoria de la patria laboral, después al lugar natural donde al fin el exilio se trasforma en sueño. Probablemente nada es más afín al ser humano que el placer de la capitulación. Pero no de la capitulación ante una u otra causa de razón, sino de la capitulación ante la fatalidad o la fuerza incombatible de las cosas. En la relación del hombre con su mundo, lo que más ennoblece al mundo -a menudo objeto de mala reputación- es la emergencia de alguna fuerza mundana incombatible. De hecho la capitulación ante un incalculable poder legitima la rendición y el abandono. Y también la molicie, la lujuria, la inocencia, la locura, la vacación en fin.

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