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Un 'laboratorio del fuego' estudia en Madrid cómo prevenir los incendios forestales

Un túnel de experimentación instalado en una finca situada junto a la Puerta de Hierro es utilizado desde el pasado mes de marzo para estudiar cómo se quema el monte y, por tanto, cuáles han de ser las medidas preventivas a aplicar en caso de incendio forestal. El estudio, realizado por el Centro Regional de Investigación de Desarrollo Agrario (Crida 06), permite desde clasificar las plantas por su inflamabilidad y su poder calorífico hasta saber cuál es la velocidad a la que se transmite el fuego en un monte en función de su inclinación, la temperatura, el viento y las clases de plantas.

El centro de investigación, dependiente del Instituto Nacional de Investigaciones Agrarias, trabaja en la actualidad en la naturaleza de los montes de tres zonas: la parte oeste de Madrid Valencia y Cádiz. El sistema de trabajo consiste en trasladar metros cuadrados de monte de estas zonas al departamento que estudia el comportamiento del fuego y que cuenta con dos laboratorios: el de materiales y estructuras y el de incendios forestales.En el primero se analiza la inflamabilidad de las distintas especies vegetales. De cada una de ellas se incendian -con un foco de calor controlado y unas condiciones similares a las que esta especie tiene en el monte- un total de 75 muestras al mes a lo largo de un año. Asimismo se de termina el poder calorífico que desprende cada planta en la combustión. Con todo ello los responsables del departamento están fijando una tabla de inflamabilidad y poder calorífico. Sin embargo, estos estudios queda rían incompletos si no se añadieran a estos resultados los obtenidos en el túnel de experimentación, auténtico plato fuerte del estudio.

Consiste este túnel en un pasillo de un metro de anchura y ocho metros de longitud, cerrado con paneles que se pueden abrir más o menos en función de si se trata de simular una zona arbórea más o menos poblada. Un potente ventilador permite regular la velocidad del viento, mientras 20 termopares registran a lo largo del túnel y a distintas alturas la temperatura alcanzada durante el incendio, al tiempo que envían los datos a un ordenador. El coste de este túnel ha sido de cinco millones de pesetas.

Para hacer estas pruebas se colocan en su interior todas las especies cortadas a ras del suelo existentes en varios metros cuadrados de la zona que se pretende estudiar. Su conservación en cámaras frigoríficas, el control de la humedad y la colocación en una disposición similar a la original permiten así estudiar y comprobar cómo será la combustibilidad de un determinado monte, según explicó Carmen Hernando, responsable de este tipo de experimentos.

Serrín y alcohol

Con un cebo formado por serrín y alcohol se inicia el incendio tras regular la velocidad del viento. El pasado martes, los responsables del laboratorio pusieron una muestra de jara, brezo, chaparro y lavándula. Con una velocidad del viento de ocho metros por segundo, un 53% de humedad relativa del aire y 26,5 grados centígrados de temperatura, los ocho metros cuadrados de un monte típico de la región de Madrid ardieron en 7,39 minutos. Posteriormente las plantas fueron analizadas y pesadas para ver hasta qué punto resultaron afectadas.

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Aplicaciones ilimitadas

Las aplicaciones de este estudio son ilimitadas, pues se puede elaborar desde un mapa en el que figuren las zonas más propicias al incendio hasta los medios que han de utilizarse en caso de declararse un fuego en una determinada parcela. Para ello, todos los datos de los experimentos realizados se envían al Instituto para la Conservación de la Naturaleza (Icona). En el futuro, estos datos permitirán a los servicios de extinción de incendios determinar por ordenador -a la vista de la inclinación del monte, la velocidad del viento en ese momento, la temperatura ambiente y la clase de plantas- cuál va a ser la velocidad de propagación del fuego y cuáles son los medios más idóneos que han de utilizarse para su extinción en función de la vegetación.La importancia de estos experimentos supone un cambio en la política aplicada hasta ahora. Los tradicionales mapas de riesgos se hacían registrando los incendios habidos. "Con estos estudios sé puede prevenir el incendio y clasificar los montes en función de sus características de combustibilidad y, por lo tanto, redistribuir los medios de prevención", manifestó Alejandro López de Roma, jefe del departamento de maderas.

Este departamento, que, junto al de celulosa y silvopascicultura forma el área forestal del centro -las otras áreas son la ganadera y la vegetal-, intenta asimismo demostrar que los tres defectos que se le han encontrado tradicionalmente a la madera no son reales. "Se decía que era escasa, que se pudría y que no era resistente al fuego. Los experimentos que hemos realizado nos han permitido comprobar que en caso de incendio resiste mejor la carga y logra aislar mejor el calor", dice José Manuel Sánchez Vizcaíno, director del Crida 06. "Los bomberos lo saben. Las vigas de madera se queman por fuera, el fuego penetra más lentamente y se logra una mayor resistencia a la carga que el nietal".

En Madrid se cuenta con una zona forestal arbolada de 158.000 hectáreas, a las que hay que sumar otras 177.000 hectáreas de zona forestal desarbolada. A diferencia de lo que ocurre en zonas como Galicia, Castellón y Cataluña, en Madrid una gran parte de la masa forestal está en manos de organismos públicos.

Si en Castellón y Cataluña se achaca la mayor parte de los incendios a un deseo de aumentar la zona de construcción, y en Galicia se dice que muchos de los incendios obedecen a que la política de repoblación forestal de los años setenta no fue unida a otra de pastos, con el consiguiente malestar de un sector de la población afectado en su economía, en Madrid parece ser la utilización masiva de las zonas forestales la principal causa de los incendios, cuyo número creció espectacularmente el año pasado.

Según datos de la Comunidad de Madrid, a lo largo de 1985 se incendiaron 12.000 hectáreas de arbustos, matorrales y pastos, de las cuales 2.250 hectáreas eran de monte alto, 18 veces más que lo contabilizado en 1984, cuando de monte alto resultaron destruidas 122 hectáreas.

Hasta la fecha de ayer, el Servicio de Extinción de Incendios, y Salvamentos dependiente de la Consejería de Gobernación de la Comunidad de Madrid había constatado la destrucción de 217 hectáreas de monte alto, 728 hectáreas de monte bajo y de 2.577 hectáreas de terreno agrícola, que, junto a otro tipo de incendios -urbanos, industriales, etcétera- ha supuesto un número de 1.988 intervenciones de los equipos de bomberos.

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