Libia replicó ayer al ataque de la fuerza aérea norteamericana contra las ciudades de Trípoli y Bengasi, ocurrido la madrugada anterior, lanzando dos misiles tierra-tierra contra la pequeña isla italiana de Lampedusa, de 4.500 habitantes, que dista unos 300 kilómetros de la costa libia. Los dos proyectiles estallaron a corta distancia de tierra cerca de unas instalaciones de radar controladas por Estados Unidos, sin que causaran víctimas ni daños. Al mismo tiempo, numerosas testigos informaban que a las nueve de la noche (hora penínsular española) de ayer la defensa antiaérea libia abría fuego contra supuestos aviones no identificados que sobrevolaban Trípoli.
Todo comenzó a las dos de la madrugada del martes, cuando la ciudad de Trípoli dormía y sólo había movimiento en algunas habitaciones del hotel Al Kabir, concretamente en las que ocupamos los periodistas extranjeros, algunos de los cuales en ese momento se encontraban de guardia. De improviso sonaron unas detonaciones y sobre el firmamento pudimos observar el movimiento en zigzag de vanos aviones, identificados por las luces de bengala lanzadas inmediatamente por las baterías de artillería antiaérea de la defensa de Trípoli. Fueron 12 minutos de infierno: los aviones descargaron sus bombas, y eran seguidos por proyectiles, al tiempo que toda la ciudad temblaba: se escuchaba el ruido del derrumbamiento de edificios y la rotura de cristales. Aunque inicialmente se informó de decenas de muertos y centenares de heridos, las cifras se reducían ayer a 70 muertos. La mayoría de ellos murió en los ataques de Trípoli, donde la confusión es total y el pánico reina aún en la población.