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VISTO / OIDO

Información y dramaturgia de las mañanas

La dramaturgia en los programas de televisión no narrativos -por ejemplo, didácticos- se busca incesantemente y suele producir grandes desastres. Engastar una información en elementos teatrales de situación, diálogo, oposición y hasta de la clásica secuencia de exposición, nudo y desenlace es un ensueño. Una persona que lo consigue perfectamente, y a veces apasionadamente, es Elena Santonja en Con las manos en la masa, el programa de cocina. Otra que tiene la teatralidad en las manos, pero se le está escapando, es Eva Nasarre, en Puesta a punto. Los minutos en la televisión matinal mejoran el programa de Elena Santonja y perjudican al de Eva Nasarre. Los dos seguidos tienen un cierto valor también teatral: dos tipos de mujer, dos caracterizaciones, que representan una oposición: el ama de casa dada la cocina frente a la muchacha adelgazante, desgrasada, infantil. Y a continuación viene la criatura radiante y dolida de Verónica Castro en el folletín (Los ricos también lloran).No hay que creer que este triple encuentro se produzca por una sapientísima deliberación de los programadores, sino, más bien, por lo que en inglés se llama serendipity, o facultad de hacer descubrimientos afortunados por coincidencias producidas al azar. Aparte de discusiones sociológicas, políticas o sexistas de los tres personajes, el valor dramático del encuentro es considerable.

Elena Santonja tiene parentesco y actividades personales en mundos de la expresión: teatro, pintura, música, cine, literatura. Mueve con talento una escenografía fascinante: la de la cocina, que tiene por sí una dramaturgia -para la televisión- propia: el bodegón animado con sus colores infinitos y cambiantes, el humo, el fuego; la cocción, la fritura, eternamente iguales y eternamente distintos, además de su llamada sensorial. Tiene un lenguaje exacto para el oficio, un castellano rico y una cita oportuna del refranero, las adivinanzas, los maestros literarios del género. En el programa semanal depende del invitado, aunque suele elegirlos bien caracterizados y es capaz de conducirlos: el arte de la cocina es pródiga en personajes pintorescos. En el de la mañana, la dramaturgia es propia, con Chus Lampreave, que da perfectamente un tipo de asistenta, dialoga sobre lo previsto, se refiere a personajes invisibles y compone un teledrama minúsculo, en el que la información -la receta, su comentario- se realza, adquiere el mejor tono didáctico.

Eva Nasarre es, o era, otro tipo de teatro: la estrella y el coro -girls y boys- dentro del tono cotidiano y próximo que se trata de dar hoy al mejor musical. Pienso que la lección era generalmente impracticabale, pero ella y su coro la mostraban como posible. De los jóvenes cuerpos eurítmicos, ajustados en sus mallas, se desprendía un suave erotismo, al que contribuía ella misma con el gesto, el guiño de ojos, la voz infantil, el eterno atractivo de la ingenua: una representación admirable.

Subliminal

El color, el vestuario, la música incidental, completaban el bello espectáculo, y de todo surgía una narración subliminal. Comenzó, sin embargo, añadiendo elementos impuros: pequeños cuentos, personajes accesorios, situaciones de fuera del género. Probablemente para afianzarse a sí misma un futuro de actriz o de presentadora para cuando termine la moda del aerobic, y una gran parte de la espontaneidad se perdió. Es el camino que ha elegido para los minutos matinales: otros ambientes, otros escenarios, una minúscula intriga. Su gran hallazgo se puede perder. Otros programas que tratan de encontrar una dramaturgia una forma de representación adecuada a lo que se llama el medio, pero podíamos seguir llamando como antes el género, devalúan su capacidad informativa sin acabar de encontrar la teatral. Cuando sucede eso, más vale dejarlos en bustos parlantes. Por lo menos, puede llegar la información, que es su finalidad.

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