La evolución intelectual y política de Enrique Tierno Galván
Enrique Tierno inicia su carrera universitaria como catedrático en Murcia, pero su imagen pública se forma y desarrolla en el marco de la universidad de Salamanca. Llega en el curso de 1953-1954, cuando le conocí, manteniendo casa y familia en Madrid. Va y viene en autobús y tren, ya que no conduce ni tiene coche: tres días en Salamanca, dando clases y seminarios mañana y tarde, y cuatro días en Madrid, preparando alumnos para el ingreso en la Escuela Diplomática. Tierno tiene en esta época 35-36 años, pero ya representa más: siempre pareció mayor y simulaba ser mayor. Familiarmente, como contraste, y luego se generalizará, yo le puse VP (viejo profesor), y desde entonces me firmaría así sus cartas.Desde Salamanca, su perfil enigmático -como Heráclito, también tendrá fama de oscuro-, casi exótico, en el cuadro de la cultura de hibernación dominante, se va ampliando a sectores universitarios, intelectuales y profesionales. Y es en Salamanca donde comienza a planear su estrategia política, a largo plazo, siempre paralela a su creación intelectual. La idea de editar una revista le parece fundamental, y así saldrá, con título inocuo, el Boletín Informativo del Seminario de Derecho Político. Tierno era, naturalmente, el director, y Lucas Verdú, el subdirector. Pedro de Vega, Fermín Solana, Federico Chiriboga, Jacinto Garaicoa, Rafael Garzano y yo, entre otros, jóvenes colaboradores. Victoriano Lucas, entusiasta clave, junto con un viejo tipógrafo socialista o anarquista llamado Blázquez. Muy pronto yo me encargaría de la secretaría y de la inicial acción política. Al mismo tiempo, como apéndice mensual, redactábamos un boletín que llevaba el título orteguiano de Europa a la vista. Desde el boletín se introduce -traduciendo y comentando- la cultura política europea, antagónica con la cultura dominante: desde el neopositivismo de Wittgenstein, cuyo Tratactus traduce Tierno, hasta el marxismo humanista, ortodoxo y disidente (Bloch, Lukacs, Grainsci); de igual modo tendrán cabida en el boletín corrientes progresistas y seculizadoras (Bertrand Russell, Mirdal, Huxley y Sartre), junto con estudios y notas de colaboradores españoles, maestros y jóvenes.
Si el boletín, que tuvo incluso una etapa de exilio en Princeton, fue el dispositivo de integración cultural, la Asociación para la Unidad Funcional de Europa fue el inicio singular de una plataforma política; asociación, en efecto, muy pluralista, en donde coexistíamos liberales y progresistas, e incluso conservadores. Los fines de la asociación, junto con dos ensayos crípticos de Tierno (XII tesis sobrefuncionalismo europeo y Federalismo y funcionalismo europeos) un poco esotéricos, constituían las bases programáticas en donde se propugnaba la unidad europea, se defendía la superación en los nacionalismos y se incidía en la tecnocracia funcional. Tierno estaba entonces en su etapa más neopositivista y antimetafísica: la modernidad era la Europa técnica, una Europa funcional y antúdeológica. El sincretismo intelectual, casi un nuevo reino libertario y tecnocrático, cristiano-cultural y comptiano-positivista, respondía, evidentemente, a un esquema consciente de cobertura, y así se entendía. Tierno era el presidente; Luis Rosón, el vicepresidente, y varios jóvenes diplomáticos y profesores, miembros de la junta directiva: Rafael Lorente, Fernando Lázaro, Lucas Verdú, Fernando Morán, Fernández de Castillejo, Vicente Cervera. Pero la asociación tendría poca vida. En 1957, después de los acontecimientos estudiantiles, de contactos con el exilio e intentos de reagrupación interna, el grupo formalmente se disuelve: unos, automarginándose de la acción política directa; otros fueron destinados al extranjero, y, finalmente, Tierno, Solana y yo terminamos en Carabanchel. Como tal asociación fue efimera, pero fue sin duda un punto de vista de modernización política.
Evolución singular
La evolución ideológica de Tierno será siempre singular. En parte, sólo en parte, es válido su ensayo autobiográfico-filosófico de 1973. Hay aquí cierta reducción, como también habría reducción si partiésemos, sin matizar, de su talante libertario literario. La evolución será un proceso discontinuo que, como él mismo señala, "no fue apacible". Simplificar, como hacen Thomas Mermall y Alan Guy, tiene sus equívocos, aunque también sus aciertos.
La etapa fugaz, por llamarla de algún modo funcionalista, no fue otra cosa, a mi juicio, que un regeneracionismo tardío, con similitudes con el Luis Araquistáin premarxista o incluso con el primer Ramiro de Maeztu, semiácrata. Representaría esta etapa, desde el neopositivismo, un despegue claro hacia la modernización, paradójicamente antimetafísica; él que siempre anduvo a vueltas con los clásicos (Kant, Hume, Spinoza, Hegel). Hasta estos momentos, Tierno estaba inmerso en la cultura barroca (La influencia de Tácito en los escritores políticos españoles del Siglo de Oro, de 1948; Los supuestos escotistas en la teoría política de Bodino, de 1951; Jerónimo de Merola y su República original sacada del cuerpo humano, de 1952). Salir del barroco era, en definitiva, salir de la evasión neutralista e iniciar su protesta críptica, como acertamente vería Juan Marichal. Sin embargo, Tierno no pretendía reformular un neotacitismo, sino implantar un regeneracionismo modernizante. El funcionalismo sería, así, la objetivización solapada de un regeneracionismo positivista y tecnocrático. Y en esta salida al exterior, desde su habitual complejidad y excepcionalidad, Tierno utilizará múltiples vías: desde la recepción y asimilación de la sociología alemana y norteamericana (Sociología y situación, de 1955, y su Introducción a la sociología, de 1960) a la aceptación del neopositivismo lógico (La realidad como resultado, de 1957). Pero, por otra parte, su sentido lúdico se manifestará en sus eruditas e irónicas Acotaciones a la historia de la cultura occidental, de 1964. Este despegue hacia la modernidad le hará publicar aspectos de la vieja y nueva sociedad: Notas sobre la tertulia (1956), De las comunidades, o la historia como progreso (1957), Erotismo y trivialización (1958), Costa y el regeneracionismo (1961).
El compromiso político en estos años coincide lógicamente con su nuevo rumbo: Tierno desarrolla sus contactos con el exilio republicano y socialista, con monárquicos, liberales y democristianos (Gil-Robles, Ridruejo, Satrústegui, Antonio Amat). Asume la defensa de la salida monárquica en la persona de don Juan de Borbón. En 1957, con motivo de unas hipótesis para un eventual acuerdo interior-exterior, como dije, nos detienen, y, acusados de atentar contra la seguridad del Estado, ingresamos en la cárcel de Carabanchel.
Los años sesenta serán para Tierno los más fecundos, intelectual y políticamente: se configura como uno de los exponentes más cualificados de la oposición democrática del interior. Su evolución intelectual se deslizará desde su peculiar humanismo libertario a su no menos atípico humanismo marxista. Sus obras y ensayos Humanismo y sociedad (1958), La humanidad reducida, Los sustitutivos del entusiasmo y Anatomía de la conspiración ( 1962), Diderot como pretexto (1964), Mecánica y dialéctica (1968), expresan esta orientación dual de compromiso crítico y de actitud disolvente libertaria. Complementariamente, publicará obras polémicas: Tradición y modernismo (1962) y Baboeuf y los iguales (1967), además de su interpretación prefascista de Costa. En 1965, junto con Aranguren y García Calvo, es expulsado de la Universidad española.
Dos frentes políticos
Políticamente, Tierno cubre dos frentes. El primero, como símbolo del antifranquismo de la izquierda modernizante, laica y no comunista. Será, en estos años, cuando Emilio Cassinello y yo montamos un despacho jurídico en la calle del Marqués de Cubas, y que Tierno transforma en sede encubierta, en lugar de encuentro de la oposición y cita ineludible de todo periodista extranjero. El segundo frente será una larga lucha en el campo socialista, dentro y fuera del partido histórico (PSOE). Su primera entrada en el PSOE, todavía dirigido por Llopis, debió ser en 1964, junto con Donato Fuejo, Jorge Enjuto y yo. Poco duraría esta primera militancia. Tomando como pretexto la visita del diputado alemán occidental Erler, sería expulsado. Tres acusaciones, implícitas o explícitas, servían de base a esta expulsión: ser indisciplinado, no ser marxista y declarse monárquico. La historia, como se ve, es una ironía. Tierno y Llopis nunca se entendieron, salvo en algún episodio último.
Esta oposición, dentro del socialismo, interior-exterior se mantendrá permanentemente a partir de 1967, en que constituimos el Partido Socialista del Interior (PSI). Enfrentamiento que más tarde se trasladará al PSOE renovado, y que después de muchas incidencias y avatares culminará en 1979 con la integración del Partido Socialista Popular (PSP, que sustituyó al PSI) en el actual PSOE. Para entender este deslizamiento hay que comprender lo que eran los prepartidos en la etapa del franquismo y la propia naturaleza de los grupos que, sucesivamente, formalizaría Tierno: Federación Socialista, PSI, PSP. Siempre he mantenido que el grupo Tierno fue, sin duda, uno de los más activos de la oposición democrática, pero no fue ni quiso ser un partido con vocación de poder. Era ideológicamente heterogéneo, y el talante libertario de Tierno -que muchos compartíamos- configuraba esta opción como una estructura abierta, antifranquista genérica y progresista; incluso, en la última etapa, más imaginativamente radicalizada. Aunque, en parte, es cierto que en los últimos años, entrando ya en la vorágine de la pretransición, con más voluntarismo que racionalidad, Tierno creyó que había posibilidades de organizar un partido de poder. Quería ser, por su condicionamiento intelectual, marxista y libertario, populista y elitista. Se opuso siempre a la concepción socialdemócrata, y tampoco quiso ser -y era la imagen que de él se tenía- un Azaña reactualizado.
Indudablemente, la gran aventura intelectual y política de Tierno fue en verdad extraordinaria y de constante revulsivo (y, en mi caso, yo la volvería a repetir). El viejo profesor, VP, se convirtió así en el más joven y entusiasta partidario de una revolución cultural imposible, pero utópicamente seductora. Aunque su utopismo -como Tierno, nadie es ajeno a su tiempo- no excluyó una actuación pragmática: anticipación democrática y monárquica, Junta Democrática, platajunta, comisión negociadora, Constitución, integración en el PSOE. Tal vez, sólo tal vez, se podría citar aquí a un poeta: "Ni Dios es capaz de hacer el universo en una semana. / No descansó al séptimo día, / al séptimo día se cansó" (Ángel González: eso lo explica todo).
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