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COPA DEL REY DE BALONCESTO

El Madrid vuelve a ganar al Joventut en una final deslucida

Luis Gómez

No debió de resultar especialmente agradable a Josep Lluís Núñez presidente del Barcelona, haber colaborado, incluso previo pago, a que el Real Madrid lograse un título más en su historial. Y, sobre todo, a que lo hiciera de esta manera, tras dos encuentros más que discretos, pero resueltos en las condiciones más difíciles. El Joventut, que tampoco hizo un buen partido, obró lo peor en los dos últimos minutos cuando, con empate a 77 en el marcador, el público esperaba un desenlace, al menos, emotivo.

Al Real Madrid poco menos que le han obligado a ganar esta Copa del Rey. Un escenario claramente adverso se transformó, por el silencio ambiental y la ausencia de público, casi en un decorado correcto de encuentro de tenis; unos rivales dispuestos a ganarle, dominando incluso algunas circunstancias estadísticas, fracasaban en el momento de rematar la faena. Y, para mayor abundamiento, Josep Lluís Núñez presenciaba en el palco un espectáculo para él desagradable, sobre todo si lo ha pagado la entidad que preside.

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El Real Madrid no tomó más decisión notoria en el encuentro de ayer que alternar defensa individual con zona (2-3) para cada ataque del adversario, con objeto de crear inseguridad en sus lanzadores y, sobre todo, en las posiciones marcadas para los tres jugadores altos (Housey, Stewart y Jiménez). El Madrid tuvo que claudicar de dicha táctica cuando, a poco de comenzar la reanudación, la situación de sus jugadores, cargados de faltas personales, era delicada. Optó, entonces, por una defensa 2-3 de salvavidas, con el único fin de llegar al final del partido.

En su contra, el Joventut no pareció forzar un ritmo de partido, porque ambos equipos parecía que se habían cedido esa misión. Un mejor porcentaje les situó en franquicia, pero no claramente. Lolo Sainz sacó a Romay como elemento intimidador, en recuerdo de que este jugador siempre ha impuesto dominio ante el Joventut, con relativo acierto. Al descanso se llegaba con empate a 35, pero con el Madrid en desventaja coyuntural.

Porque coyuntural fue también el factor arbitral. Situar a un colegiado castellano y a otro catalán en una final de este tipo permite observaciones curiosas. Por ejemplo, que Mas (catalán) pitara 10 faltas personales consecutivas contra los madridistas. ¿Qué sucedió entonces? Que Martín protestaba ciertas decisiones y se dirigía, en petición de ayuda, a Fajardo, muy correctamente por cierto. Y que, por contra, Villacampa o Margall corrían en auxilio de Mas, cuando se sentían perjudicados.

En la segunda parte, con el Real Madrid en precario por exceso de personales, el Joventut no utilizó la velocidad de juego. Optó por esperar al final, en un exceso de demostrarse a sí mismo que podía con este torneo. La gris actuación de Jiménez marcaba, también el rumbo del equipo, y la zona madridista, curiosamente, no suponía una buena oportunidad para Villacampa, Margall, Montero o Jofresa, todos ellos buenos lanzadores.

Con empate a 77 se llegó al minuto 38 y, a partir de ahí, con Biriukov y Robinson con cuatro personales y Romay y Townes ya expulsados, el Madrid vio cómo su rival tiraba el partido. Simplemente, por no asegurar un disparo fácil -y tenía elementos sobrados para ello- o por no buscar el rebote -donde parecía haber perdido ya la batalla- El público entendió muy pronto que todo estaba resuelto. El Real Madrid no había hecho otra cosa que lo que le dejaron hacer en una Copa del Rey decepcionante por unas gradas desiertas.

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