El horrible crimen de la niña Belén
Tres años de soledad, abandono, palizas y muerte conmueven a Granada
Belén González Ortiz. Tres años. Vivió en la pobreza y el miedo y murió el pasado lunes en Granada. La más triste de las soledades en unas circunstancias que aún siguen siendo un misterio que sólo la autopsia, aún en manos del forense, ayudará a desvelar. Su madre, María de los Ángeles, de 26 años, empujada a la prostitución para sobrevivir y atenazada por el alcohol, permanece ahora en prisión, mientras la policía continúa con las investigaciones. Enrique Cerezo, un fotógrafo de 26 años amigo de la madre, de quien la policía en un principio sospechó, y que fue detenido junto con María de los Ángeles, se encuentra en libertad desde el jueves.
El lunes día 8 la ciudad de Granada se despertaba atónica: una niña de tan sólo tres años, Belén, se encontraba clínicamente muerta según el electroencefalograma, presumiblemente a consecuencia de las heridas ocasionadas por una brutal paliza. El viernes a las cuatro de la tarde había ingresado, llevada por un hombre que desapareció misteriosamente, en el Hospital Infantil de Maternidad de Granada, donde fue trasladada, en vista de la gravedad de las heridas que presentaba, e internada en la unidad de vigilancia intensiva de traumatología de la ciudad sanitaria. Pocas horas después entraría en coma profundo, del que no se llegó a recuperar.El hombre que había llevado a Belén al hospital volvió a aparecer posteriormente ese mismo día en el centro para interesarse por el estado de salud de Belén. Se trataba de Enrique Cerezo, que fue inmediatamente detenido por la policía, alertada ya por los médicos que atendieron a la niña, quienes sospecharon desde un principio que había recibido una paliza. Poco después era detenida también María de los Ángeles, que se encontraba en su domicilio, una húmeda habitación en la calle de San Juan de los Reyes, en la parte baja del Albaicín, una de las zonas más antiguas de Granada.
Fuentes de la ciudad sanitaria indicaban que el estado de Belén era irreversible, porque sólo cabía esperar que la vida fuera abandonando el cuerpo de la niña, lo que ocurrió definitivamente a las dos de la tarde del lunes día 7.
El martes 9 por la mañana ningún familiar -sólo cuatro vecinos- acudieron hasta el cemente río de San José para dar el último adiós a la niña Belén. Con las lágrimas contenidas a duras penas, una de las vecinas manifestaba: "Es una canallada que una criatura así sea enterrada de esta manera. Los niños no tienen la culpa de la mierda en que los sumergimos. No hay derecho". Entre los cuatro presentes decidieron comprarle a Belén un nicho en propiedad y, renunciar al que concede el Ayuntamiento por cinco años.
"Es que los nichos de pago están más bajos, al alcance de a mano, y en ellos se pueden poner flores". Quinientas pesetas de uno de los enterradores abrieron la cuenta con la que las vecinas querían recabar ayuda de los granadinos para pagar el nicho. "Si queda dinero", añadieron, "le compraremos también una lápida". Otros dos enterradores presentes secundaron con otras 500 pesetas cada uno la iniciativa de su compañero. El resto, hasta completar el coste del nicho y la lápida fue aportado por funcionarios municipales.
Una singular familia
La de Belén es una triste y singular familia. Sin padre conocido, vivía con su hermano Alejandro, de poco más de un año de edad, con su madre, en un oscuro y pequeño piso en una casa vieja del Albaicín, cerca de los locales donde su madre ejercía en ocasiones la prostitución. Tenía otro hermano de cinco años, que desde pequeño vivió con su abuela en Tarragona. La llegada del tercer hijo supuso un lastre más para esta mujer cabeza de familia y un empeoramiento en las condiciones de ambos niños. Paralelamente, la afición por el alcohol de María de los Ángeles se iba haciendo cada vez más patente, lo que llevaba con frecuencia a descargar su humor sobre los niños, a quienes en ocasiones propinaba alguna que otra paliza. En estado de total ebriedad cayó la pasada Semana Santa bajo las ruedas de un taxi en marcha. Ella fue a parar a la unidad de vigilancia intensiva de traumatología, mientras el taxista declaraba que creía que se había tratado de un intento de suicidio. Según los vecinos, en ocasiones tardaba hasta dos días en volver, mientras Belén y Alejandro permanecían solos en la triste y poco iluminada habitación que les servía de vivienda.
El 23 de agosto pasado, a petición de varias vecinas, el Tribunal Tutelar de Menores ordenó el ingreso de los niños en el hogar infantil de Armilla, un centro de beneficencia dependiente de la Diputación Provincial. En esta nueva casa Belén encontró un mundo distinto. Allí todos la recuerdan como una niña dulce, amable y cariñosa. "De ojos azules, era muy menudita, delgada y pequeña", dice una de las asistentes sociales del centro. Este año acudía por primera vez a clases de preescolar. Su madre la sacaba bastantes fines de semana, aunque no todos, fuera del colegio. Su hermano pequeño, víctima de la polio, hubo de ser trasladado hasta el hospital de San Juan de Dios, también dependiente de la diputación, para realizar sesiones de rehabilitación. En sus visitas al hogar infantil, situado en la localidad de Armilla, a cinco kilómetros de Granada, María de los Ángeles conoció a Enrique Cerezo, fotógrafo de profesión, separado legalmente de su mujer, que tiene dos hijos internos en el centro. Mientras la madre de Belén estuvo hospitalizada a consecuencia del accidente que sufrió, Enrique le llevaba en ocasiones a la niña para que la viera, y posteriormente la llevaba al internado. María de los Ángeles y Enrique se fueron viendo cada vez con más frecuencia y llegaron a vivir juntos, si bien últimamente las relaciones se habían deteriorado.
Especulaciones y rumores
Con ambos detenidos las especulaciones y los rumores crecieron en la ciudad. Según el parte médico del equipo que atendió a la niña Belén cuando fue hospitalizada, una de la lesiones que tenía la niña era escoriasis en la región genital, lo que hizo correr por la ciudad el bulo, después desmentido, de que había sido violada. En este clima, las declaraciones de María de los Ángeles y Enrique, hechas públicas por la policía, volvían a sorprender a la ciudad. La mujer negó que hubiera golpeado a su hija y afirmó que las lesiones se las podía haber causado Enrique, si bien lo consideraba como "un buen hombre" que siempre se había portado bien con sus hijos. Ella había estado el viernes, día en que Belén ingresó en el hospital, en su casa, y no había visto a la niña hasta que la policía fue a avisarle.
Enrique declaró por su parte que ese día había estado desde por la mañana con Belén y con sus hijos. Según dijo, habían estado en un descampado cerca del lugar conocido como El Tambor, en la carretera de Murcia, y los niños habían tomado, desnudos, el sol, a la vez que habían bebido bastante agua en un pilar cercano. Poco después Belén comenzó a sentirse enferma, por lo que la llevó urgentemente al hospital infantil y volvió inmediatamente para llevar a sus hijos a casa. Al volver a la ciudad sanitaria para interesarse por el estado de la niña fue detenido por la policía. Afirmó también que en ningún momento pegó a Belén, y que en cambio su madre sí le había dado, en estado de embriaguez, una paliza varios días antes, concretamente el día 2 de madrugada, en que la niña había salido unos días de vacaciones.
Así las cosas, sólo el resultado de la autopsia parece poder arrojar luz sobre las causas de la muerte de Belén González. El envío del informe del forense al Juzgado de Instrucción número dos, que estaba de guardia cuando se produjo la muerte, para que a su vez junto con otros documentos lo remitiera al número 1, que es el que instruye el caso, puede tardar, según fuentes judiciales, hasta 15 días.
Torturas en familia
En el hospital son los que menos lloran. A los dos días de permanecer ingresados amagan sonrisas. Lo peor es cuando llega el momento de darles el alta. Si la denuncia por malos tratos que los médicos han presentado en un juzgado prospera, probablemente serán devueltos a los mismos padres que les rompieron los huesos, les intoxicaron con medicinas, les dejaron deshidratarse, no les dieron de comer o abusaron sexualmente. Siempre será mejor un hogar, ese hogar, que un internado.Después de registrar las fichas de 150.000 niños, ingresados los tres últimos años, en el hospital infantil Niño Jesús de Madrid, esa es la reflexión de su director, el doctor Juan Casado. "De todos ellos, tenemos 33 casos documentados y probados como enfermos a causa de malos tratos. ¿Por qué cifra habría que multiplicar esos 33, para saber con certeza que sus lesiones han sido provocadas?. No se sabe y quien aventure una cantidad se la inventa."
El mismo doctor Casado refrescaba la memoria histórica de espeluznantes infanticidios, como la matanza de 70.000 niños ordenada por el rey Nirnrod de Babilonia para eliminar a su sucesor, en el III Congreso Internacional para la Prevención del Maltrato al Hijo clausurado este fin de semana en Madrid. Y reconocía que, de los tiempos de Babilonia a nuestros días, la sociedad ha cambiado sobre el concepto del mal trato infantil. "En España hasta hace unos años se consideraba normal que los padres pegaran a los hijos. Si se morían les parecía un accidente. Hoy no se acepta de ningún modo, pero es triste que cuando se producen esos casos los únicos que los denunciamos seamos los inédicos".
El cuadro familiar donde se prodigan este tipo de torturas está bien definido: padres normales que no controlan sus emociones; padres que han sido maltratados en su infancia; que están en paro; que están separados; que padecen drogadicción y alcoholismo, en particular; que sean casi adolescentes, o que vivan en hacinamiento.
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