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Lionel Jospin

El primer secretario del Partido Socialista francés mide sus fuerzas con el primer ministro, Laurent Fabius

Soledad Gallego-Díaz

Lionel Jospin, que heredó el cargo de primer secretario del Partido Socialista francés en 1981, había pasado casi desapercibido para la opinión pública francesa hasta hace poco más de un mes. De repente, el monaguillo de Mitterrand, la antiestrella socialista, se lanzó a un pulso público para medir sus fuerzas con el primer ministro, Laurent Fabius. El presidente de la República tuvo que intervenir para calmar los ánimos y el comité director del partido, que se reúne hoy, ha tenido que preparar, un comunicado, que parece encaje de bolillos, para satisfacer a quien consideraba como el menos ambicioso de sus dirigentes.

Jospin cumplirá la semana que viene 48 años, pero conserva una mirada de niño asustado detrás de sus gafas metálicas. Procede, como casi todos los políticos franceses, de derecha o de izquierda, de la famosa Escuela Nacional de Administración (ENA). Algunos dicen que es riguroso; otros, que es simplemente lento. Todos coinciden en que es un hombre extremadamente honesto y puntilloso (quizá debido a una rígida educación protestante) y en que, detrás de su imagen de hombre pacífico y tolerante, no olvida ni un minuto que es primer secretario del Partido Socialista francés. "Lionel no ha entrado en una batalla frente a Fabius por motivaciones personales, sino porque, sinceramente, cree que tiene que defender al partido", afirman sus colaboradores. Sus enemigos ofrecen una interpretación algo diferente: "Probablemente no se trata de ambición personal, pero sí de un cierto espíritu mesiánico. Tiene una concepción sacralizada del Partido Socialista".La etiqueta de protegido de François Mitterrand le permitió a Lionel Jospin hacer una carrera fulgurante en el aparato del partido socialista, pero le impidió afianzarse como un político con porvenir. Su violenta irrupción en la primera página de los periódicos (ha llegado incluso a amenazar con dimitir si no se le confirma como director de la próxima campaña electoral) sorprendió a todo el mundo. No porque fueran un misterio sus desavenencias con Laurent Fabius, sino porque casi nadie creyó que fuera capaz de provocar un escándalo político y de enfrentarse con el propio Mitterrand.

Jospin es, sobre todo, un hombre tímido, pese a su gran estatura (1,85 metros); su afición por los deportes de grupo, como el baloncesto, y su buen aspecto físico. Las revistas del corazón no han conseguido casi nunca fotografiar a su mujer, Elisabeth, psicóloga, ni a sus hijos, Hugo y Eva, de 12 y 10 años, respectivamente, y es uno de los pocos políticos jóvenes que no ha intentado hacerse un new look a la americana. Lo más que consiguió una cadena de televisión fue que aceptara cantar una canción. Sus consejeros de imagen intentaron aprovechar la ocasión para modernizarle, pero Lionel Jospin se empeñó en susurrar una vieja tonada, hermosa, pero triste, Las hojas muertas.

La timidez puede haber ocultado hasta ahora su firmeza a la hora de defender lo que considera sagrado: el futuro del PS.

Lionel Jospin parece convencido -como prácticamente todo el mundo- de que los socialistas van a perder las próximas elecciones legislativas. Su papel es lograr que el partido sufra lo menos posible con la derrota y preservar sus posibilidades para los años a venir. Por eso enrojece de indignación cuando Fabius ataca demasiado a los comunistas y por eso se niega en redondo a que el PS quede englobado en un frente republicano en el que pierda su propia personalidad.

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