Reyes Heroles, el último azañista mexicano
La súbita muerte de Jesús Reyes Heroles ha conmovido a toda la sociedad política mexicana. A su ejemplaridad como político, lúcido e incorruptible, se unía su gran formación humanista, dentro de la mejor tradición liberal y progresista. Y, para los españoles, ser el gran amigo de la España democrática: de la republicana, en tiempos de la dictadura, y, ahora, de la Monarquía constitucional.Políticamente, salvo presidente de la República, que por ser hijo de español no podía constitucionalmente acceder a esta magistratura, fue todo en México: presidente de Pemex, presidente del PRI, ministro de Gobernación, ministro de Educación -cargo que ocupaba en estos momentos. Fue el gran ideólogo del régimen mexicano, régimen peculiar y complejo, y desarrollaría la reforma política que abriría -ventanas para una sociedad más pluralista y dinámica. Su capacidad y honestidad fueron cualidades que incluso sus enemigos políticos reconocerían en todo momento.
Como Azaña, al que admiraba, relacionó en todo momento vida pública y quehacer intelectual. Su historia del liberalismo mexicano es ya una obra clásica de nuestro común pensamiento político. Como Althusser decía de Monstesquieu, Reyes Heroles, desde su liberalismo social y progresista, abriría también caminos y se incrustaba en el proceso histórico. Era un liberal que entendía, aunque no compartiese, la revolución cubana; un demócrata que luchaba contra los corporativismos que minaban el Estado progresista; un nacionalista profundo, en donde desde su mexicanidad amaba a España.
En su acción política, y en su reflexión intelectual, España, en efecto, estaba siempre presente. No había retórica en su hispanismo. Nuestros clásicos eran sus clásicos. Nuestra historia política e intelectual le era tan familiar como a nosotros. El exilio español en México encontraría en Reyes Heroles un apoyo constante. En el proceso de transición español a la democracia, Reyes Heroles también jugaría un papel significativo, actuando con generosidad y con delicadeza.
Hace sólo unos días, en México, almorzando -en esos largos almuerzos que él convertía en tertulia política y seminario académico- Emilio Cassinello y yo con Reyes Heroles y su hijo Federico, nos comentaba su último ensayo sobre el Mirabeu de Ortega. Y, muy de pasada, nos diría que iba a Denver. De allí, este veracruzano / almeriense, austero y conversador, lector infatigable y crítico, político hábil y firme y entrañable amigo de España, ya no volvería con vida. México y España pierden así una señera figura intelectual y política.
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