Traspaderne, el caso del enfermo que entró en la elite
Juan Carlos Traspaderne era en 1977 un corredor más. Empezó a practicar deporte por prescripción médica y le gustó eso del correr. Se apuntó en la primera maratón popular de Madrid y fue tercero. Vio que tenía posibilidades de ser alguien en el atletismo y fue absorbido por la alta competición. En 1983, siendo todavía un desconocido, tuvo la osadía de ser duodécimo en la maratón de los campeonatos mundiales de Helsinki. A partir de entonces cayó en picado. "Me lo creí, intenté cambiar de forma de vida y todo lo que para mí había representado de positivo el atletismo, al operar sobre mí como un descarga, se convirtió en una carga, cuyas consecuencias pagaron mi familia y mis compañeros".
Juan Carlos Traspaderne había sido un romántico del atletismo. Hasta el extremo de que si el nacimiento de su hijo se hubiera retrasado, estaba dispuesto a no participar en los campeonatos mundiales para los que fue seleccionado en 1983. Él tenía muy claro que el atletismo no ocupaba un lugar muy elevado en su escala de prioridades. Ni siquiera estaba por encima del trabajo. Por eso jamás había solicitado un permiso especial en su trabajo "porque las empresas privadas no están para que sus trabajadores ganen medallas".La competición que le encumbró mundialmente comenzó a agobiarle. Los homenajes y la invitaciones se sucedieron. Pero tenía que mantener su jornada laboral de ocho horas y media en Fisher Body como supervisor de las materias primas que suministra a General Motors, aumentada con sus cursillos de informática y con una mayor dedicación a los entrenamientos "porque creí que el deporte podría cambiar mi vida".
Trespaderne recono ahora, con 28 años, que se equivocó: "Cambié mi forma de enfocar la práctica del deporte. Tomé el atletismo como un fin que me pudiera abrir más puertas. Puse demasiado de mí parte y me estirellé. Abandoné en Rotterdam y fracasé en el campeonato de España, abandoné en los Juegos y también en el último campeonato de España por mi estado psíquico".
El atleta volverá ahora por donde empezó. Como primera medida bajará el kilometraje semanal; de los 210 para tratar demantenerse en primera línea, incompatibles con una jornada laboral a los 120. Quiere recrearse con el atletismo, como antes, "que sea una descarga de la actividad diaria que acumulas, no un carga que te lleva al estrés y que, por tanto, te agria el carácter, que es a lo que conduce la alta competición cuando no eres deportista profesional".
Dice Traspaderne que las ayudas económicas de la federación no profesionalizan a nadie. "Son válidas para aquellos jóvenes que aún no tienen formado un porvenir porque les permiten ir viviendo mientras descubren si van a ir para figuras. Es el caso de Abascal y otros, que luego se profesionalizan gracias a otras ayudas y a los premios que ganan en la pista. Éste no fue mi caso, porqué cuando yo recibí el primer dinero de la federación sólo supuso una ayuda suplementaria. No pude dejar en ningún momento mi principal medio de vida que es el trabajo. Creo haberme dado cuenta a tiempo para rectificar mi error".
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