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Juegos de la 23ª Olimpiada de la era moderna

Unos Juegos con cascos

Hasta ahora, en los Juegos Olímpicos, los únicos cascos utilizados para proteger la cabeza de los participantes se habían reducido al ciclismo y a la hípica, en el concurso completo de tres días. Esto del casco suele ser, a menudo, una medida preventiva para proteger a los deportistas aficionados, aunque todos son conscientes de que los atletas olímpicos tienen muy poco de amateurs. Más bien nada.Pero, volviendo a los cascos, quizá desde Los Ángeles se acuerde también incluirlos en fútbol, tras el tremendo directo de izquierda propinado por un jugador egipcio, Sedky, a un italiano en el torneo olímpico, que se disputa en estadios de béisbol y rugby americano. Sedky fue suspendido por tres partidos y provocó una nota de la FIFA pidiendo paz (ver EL PAÍS del pasado miércoles).

En los actuales Juegos de Los Ángeles, no sólo han llegado ya al ciclismo en pista los nuevos cascos futuristas alargados hacia atrás para penetrar mejor en el aire -el mismo qué ha estado utilizando hasta hace pocas semanas el francés Laurent Fignon-, sino también las ruedas estilo Moser, con lámina de plástico, en lugar de radios tradicionales. De esas, de las antiguas, sólo hubo una, la trasera del francés Colas, medalla de bronce en el kilómetro contrarreloj, y pupilo del que fue gran campeón de velocidad, Morelón.

La gran novedad, sin embargo, son los nuevos cascos protectores en boxeo. Son cascos casi idénticos a los que utilizan los profesionales en sus asaltos de entrenamiento. Se trata de un acuerdo de la Asociación Internacional de Boxeo para prevenir los accidentes que aún se siguen produciendo, pero que sólo limita el peligro latente. En esgrima, ha habido siempre caretas y alguna vez ha ocurrido un accidente desgraciado, porque el florete (caso del soviético Smirnov), sable o espada, penetra por la protección. Ello sucede, casi siempre, cuando se rompe la punta del arma. En este tema, se ha progresado muy poco. Más bien nada.

En el boxeo olímpico, los nuevos cascos sólo protegen relativamente. Los puñetazos quedan ahora acolchados en los golpes a las orejas, sienes, parietales y frontales. Pero el traumatismo cerebral, esos pequeños puntos negros, hematomas causados por cada impacto, continúan produciéndose al encajar los púgiles golpes en el mentón, el lugar más clásico de los fuera de combate, o de las conmociones continuas, de las pequeñas muertes golpe a golpe.

Los K. O. son ahora más difíciles entre aficionados, como ya lo eran antes por el menor tiempo de combate y la mayor protección de los guantes, pero se siguen produciendo, lógicamente. Que se lo digan si no a un puertorriqueño, que se levantó con las luces apagadas tras un directo de un sueco que no boxeará profesionalmente jamás en su país, porque está prohibido, aunque, por lo visto aquí, podría llegar a campeón europeo; o a un negrito de la isla caribeña de Granada, que cayó de bruces como si el gancho de un iraquí fuera la invasión americana.

Mientras en ciclismo se ha mejorado el aerodinamismo y se evita más que antes el simple roce del aire, en el boxeo sólo le ha atenuado con los cascos el roce de las orejas y la rotura de cejas por un cabezazo en los cuerpo a cuerpo. Bien poca cosa.

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