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Final de la Copa de la Liga

Fernando Redondo, el 'hombre-milagro"

Fernando Redondo es estos días el hombre de moda en Valladolid. El entrenador blanquivioleta -tan avispado y seguro de sí mismo como humilde y callado- ha conseguido en poco tiempo lo que nadie soñaba por estos pagos: llevar al equipo hasta la final de un torneo nacional. Habría que remontarse hasta 1950 para encontrar algo similar en la historia del molesto club castellano. Entonces, los Saco, Coque, Ortega, Lasala y hermanos Lesmes lograron jugar la final de la Copa del Generalísimo frente al Athlétic de Bilbao. Zarra, en la prórroga, tiró por tierra las ilusiones de los vallisoletanos y colocó el marcador en un 4-1 que dio el trofeo a los vizcaínos.

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Los castellanos confían en que ahora no se repita la historia ante el Atlético de Madrid. Y confían, sobre todo, en la sagacidad y valentía de un Preparador semidesconocido que ha hecho del Valladolid, en sólo tres meses, un cuadro con mentalidad de ganador y que brinda espectáculo. Redondo, que fue jugador del Valladolid y del Sevilla, hizo hace años sus primeros pinitos como entrenador de los blanquivioletas. Dio oportunidades a jóvenes desconocidos que han llegado a triunfar (Santos y Díez, entre otros), pero le cesaron. Desde entonces, allá por la mitad de los años setenta, se recluyó en sus negocios, pero siguió viendo fútbol y estudiando todos los secretos (si es que los hay) del balompié. Conoce al dedillo a casi todos los jugadores de Primera y domina la aplicación en dosis adecuadas de la autoridad, la confianza, la psicología y el riesgo. Pero nadie se fijó en él.La extraña simbiosis de varias circunstancias (cese de García Traid, falta de fondos para contratar a otro con más nombre y residir en Valladolid) le puso al frente de los destinos de los vallisoletanos en uno de los momentos más dramáticos de las últimas temporadas: derrota ante el Osasuna, en casa, recuperación del Mallorca y amenaza del descenso. Redondo aceptó sin dudar el mihura que se le venía encuna y en tres meses ha cambiado la fisonomía del equipo. ¿Secretos? "Hacer que los jugadores confíen en sus posibilidades, desdramatizar el fútbol, arriesgar cuando hay que hacerlo y jugar con mentalidad de ganador, sin encogerse ni ante nombres ni ante adversidades".

Los 'varones'

A estos factores habría que añadir otro que Redondo no comenta, pero que todos conocen: no casarse con nadie. El entrenador ha plantado cara a los varones de la plantilla y les ha hecho ver, con una excelente mano izquierda, que allí manda él. Y lo ha hecho desde una posición privilegiada. Sus negocios le permiten vivir al margen del fútbol, así que puede arriesgar y medirse con quien sea sin miedo al cese ni a los malos resultados ni al tener que buscarse un nombre para que otro equipo le fiche al año siguiente. Esta filosofila la ha aplicado también ala hora de las conversaciones para la renovación. Le ofrecen poco dinero porque es de casa y tiene menos gastos que uno que viniera de fuera. Él se ha limitado a decir que los sueldos tienen que aplicarse en función del. trabajo y del rendimiento, y no de la geografía o la distancia. Así que todavía no ha firmado. Pero firmará, porque, tras el excelente final de la Liga y los resultados de la Copa de la Liga, ningún aficionado perdonaría a la directiva que Redondo no renovase.

Otra virtud del técnico es la de no haberse granjeado, por el momento, ni envidias ni antipatías. Sus detractores se cuentan con los dedos de la mano y sus admiradores son legión. Valladolid, por vez primera desde el ascenso, vuelve a vibrar con el equipo hasta el punto de que una afición tan fría como la pucelana salió a la calle con banderas el jueves pasado tras eliminar al Betis. Redondo, además, es cauto, prudente y listo a la hora de las declaraciones, pero no se deja comer el terreno y, si hace falta, le canta las cuarenta al lucero del alba. ¿Por qué? Por su exquisito saber estar y porque no le hace falta que nadie le dé jabón. El fútbol es su pasión y parte de su vida, pero no necesita estos ingresos para llevar una existencia cómoda.

Este hombre, entrado ya en los 40, con pinta de intelectual, ojos serenos y reluciente calva, está hoy más en boca de los vallisoletanos que las estrellas Yáñez y Da Silva o que el propio Maceda. A orillas del Pisuerga ningún aficionado consideraría como sorpresa que el Valladolid venciese.

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