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Tribuna
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Futbolistas

Habrá gentes desafectas al fútbol y, en general, poco sensibles al patriotismo que consideren esta ilusión que tremola en este sábado impropia o estentórea. Suponen que los seguidores del acontecimiento padecen una acometida patriótica del peor rango, y la explosión tras el gol del miércoles les llenó el olfato con un insufrible olor a hormonas. Es gente delicada. Vale, pues, la pena informarles.Nuestra selección, ciertamente, hace tiempo que dejó de ser un símbolo, para convertirse en un acontecimiento. Si une a los españoles no es por una creencia común, sino por su grado de sorpresa. En este sentido, opera como las catástrofes naturales, tanto más capaces de provocar la solidaridad colectiva cuanto más imprevisibles y espectaculares. Lo injusto y lo azaroso de las inundaciones junto al 12-1 o la victoria sobre la República Federal de Alemania han sido, en los últimos tiempos, los hechos acaso de más efecto para la solidaridad tribal entre españoles.

El trato con los símbolos es duro, pero con el actual espíritu de la selección es bien sencillo. Incluso la irritación que los seleccionados nos imponen con persistencia se atribuye al fin a una torcedura intrínseca y se trata de olvidar con impotencia. Por el contrario, cuando la victoria se produce de esa manera tan fortuita que a los protagonistas mismos les hace caer como deslumbrados, lo celebramos hasta el punto en que lo haríamos con nosotros mismos. No somos nada. Y eso empieza por la selección nacional. Sólo la voluntad en sí incontrolable del acontecimiento nos da la patria o nos la aplaza. Ningún olor a escudos bordados ni a hormonas se percibe en este ámbito. En lugar de residir la patria en un acorralado espacio, se localiza inopinadamente en el tiempo. Un tiempo inodoro y fragmentario en donde nos reunimos o nos separamos con una facilidad portátil.

Patetismos, dramatismos, desgarraduras de la afición. Con todo esto ha acabado la selección nacional desde el Mundial de Argentina. Ahora se siguen sus partidos a ver qué pasa. Perdida la creencia, sólo esperamos la aventura: los postes, el rebote, los penaltis, el último minuto. Perdida la fe en el fútbol, nuestra pasión es el azar del acontecimiento.

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