La renovación del melodrama
Hace unos meses la televisión emitió un western de extraordinaria fuerza e intensidad. Su título era El tren de las 3.10, y su director, Delmer Daves. Más cerca, hace solo unas semanas se emitió por la pequeña pantalla otro filme suyo, Pasaje tenebroso, que es otra obra magistral de otro género bien distinto, el llamado negro. Y hoy finalmente se emite un melodrama firmado por el mismo director, Más allá del amor, que también a su manera resulta ser una obra ejemplar de este nuevo género.En tres de los cuatro grandes géneros del cine clásico de Hollywood -el cuarto fue la comedia, en la que Daves no brilló- este cineasta llegó a la cima, y de muy pocos colegas suyos puede decirse nada parecido. La obra de Daves, que fue menospreciada durante muchos años por críticos y especialistas, ha sido decantada por el tiempo, y éste le ha hecho justicia. Visto desde hoy, Daves es un insuperable autor de filmes del Oeste, de películas policíacas y de dramas sentimentales, lo que da idea de su ubicuidad y de su capacidad para desarrollar. hasta el límite sintaxis tan diferenciadas como las que exige la realización de tres géneros de filmes tan distintos entre sí.
Más allá del amor se emite hoy a las 22
15 por la primera cadena.
En el terreno del melodrama, Daves tiene dos filmes de gran interés: Parrish y el que hoy emite TVE. El melodrama, que tuvo su época dorada en los años veinte y treinta, fue volviéndose poco a poco exagerado y rutinario a partir de los años cuarenta. Entre los grandes melos fundacionales de Griffith y los pasados de rosca de Wyler, que fue quien fijó la fórmula del melodrama decadente, hay un abismo que, a su manera, Daves supo saltar, devolviendo al género algo de la transparencia y la intensidad perdida desde los grandes melodramas de King Vídor, que es el cineasta que más influyó sobre él, su secreto maestro.
Más allá del amor es un éxcelente y refinado ejercicio de estilo y de juego sentimental, ejecutado con gran dominio por Daves, y que por su fecha, año 1962, fue un buen ejemplo de renovación de este género, tan sobado en Hollywood, mediante un retorno a las raíces. El filme es un buen ejemplo de puesta en escena transparente y de empleo de recursos de identificación sentimental. Se le considera como una de las obras más y mejor acabadas, en sentido formal, de este curioso criptoformalista, enamorado de géneros, de fórmulas y de esquemas, pero a los que supo dar un sello de estilo personal indiscutible y de rara elegancia.
La película, en sí misma, no tiene mayor trascendencia: se apoya en todas las rutinas, reveses y derechos de la vieja fórmula, pero merece la pena detenerse en sus cómos más que en sus qués, para disfrutar de la maestría de este humilde cineasta, que, sin mucho renombre, con más oficio que ambiciones, alcanzó y superó en eficacia, y a veces en sutileza, a los considerados campeones del género. Además, en el reparto está Angie Dickinson, que es un incomparable espectáculo por si sola. Con ella actuan en Más allá del amor, Suzanne Pleshete, Troy Donahue y el italiano Rossano Brazzi.
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