Manuel Luján,
capataz de una brigada del Servicio Municipal de Mantenimiento de Cartagena (Murcia), pensó que Antonio Roca iba demasiado bien vestido, y le rechazó cuando éste acudió a buscar trabajo en la brigada. Le dijo que se fuera a casa y volviera al día siguiente en traje de batalla. Ni corto ni perezoso, Roca cumplió la recomendación del capataz al pie de la letra y al día siguiente regresó vestido de soldado romano de hace dos mil años, dispuesto a iniciar su trabajo en el tajo con el resto de la cuadrilla.
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