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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Queremos tanto a Lou

El hombre tuvo unos muy duros comienzos profesionales. Se inició como director de informativos de una pequeña cadena privada en el espectáculo disparatado de Mary Tyler Moore. Con las continuas carcajadas de fondo no había manera de trabajar la actualidad informativa, ni siquiera de reírse demasiado. Después fue contratado por la CBS como redactor jefe de La Tribuna de Los Ángeles. Aquello era otra cosa, y Lou Grant se esforzaba cada semana en demostrar que también era capaz de un periodismo a la vez riguroso y atractivo, nada sensacionalista y genéticamente democrático. Durante muchos capítulos, sin embargo, el público se resistió a tomarlo en serio; seguramente porque no había asimilado que Lou estuviera a las órdenes de la bostoniana señora Pynchon en lugar de ser un comparsa de la californiana señora Tyler Moore.Cuando los premios (Emmy), la crítica y los telespectadores le eligieron como periodista favorito de la televisión, los productores de la serie -unos necios fabricantes de pañuelos de papel- cerraron La Tribuna. Los patrocinadores reprochaban al telefilme exactamente lo mismo que alababan la audiencia y la crítica. Lo cierto es que Lou y los suyos resultaban ciudadanos demasiado radicales para la era Reagan: antibelicistas, independientes de todos los poderes:

Creo que fue una buena idea conceder a Lou Grant una segunda oportunidad en nuestro país. Aquí la serie llegó tarde, y además se emitió casi clandestinamente. Apenas unos pocos fanáticos del chisme teníamos noticia de la existencia en nuestra televisión de ese imaginario periódico romántico, todo lo romántico e idealizado que quiera nuestra progresía irrecuperable, pero que cada semana nos daba unas cuantas lecciones de libertad informativa.

El caso es que Lou Grant es la única serie larga de la programación que goza de los fervores de un público mayoritario. La prueba está en la creciente popularidad de los trabajadores de La Tribuna, incluida la señora Pynchon y sus muy célebres modelos y peinados de cóctel. Seguramente si hubiera telefilmes menos plúmbeos y abstrusos que ese Wagner insoportable, ciertamente germánico, o menos estúpidos y blandos que Fama, otro mito cantaría. Pero ahora mismo no hay quien le quite a Lou el privilegio de ser el personaje de ficción con mayores índices de popularidad, a pesar de que el periodista incorruptible y antiamarillo, refunfuñón y, chapado a la antigua, no estaba diseñado para esta clase de identificaciones.

Y donde el héroe causa estragos es en el sector profesional. Hay maneras Lou de sentarse ante la máquina de escribir, gestos Lou de mirar la actualidad cotidiana, sonidos Lou de protestar por un mal reportaje, modelos Lou de vivir en mangas de camisa la jornada redaccional, utopías Lou en las relaciones con las señoras Pymchon de turno.

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