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Nápoles, a la espera del milagro

Hoy se vota en Nápoles para elegir el gobierno de esa ciudad, capital del sur de Italia, y corazón de todas las contradicciones nacionales.

Juan Arias

En realidad, éstas son unas elecciones anticipadas porque, después de ocho años de vida, el Gobierno de Nápoles roja, presidido por el comunista Maurizio Valenzi, entró en crisis el julio pasado, tras haberle negado su apoyo, para la aprobación del balance anual, la Democracia Cristiana.Todas las previsiones aseguran que los comunistas, aunque por los pelos, volverán a salir victoriosos. Pero podría haber sorpresas, porque el partido neofascista de Giorgio Almirante, que en Nápoles ha gozado siempre de fuertes raíces, se ha lanzado con una gran agresividad para conquistar el segundo puesto de fuerza política. Le faltan sólo 8.000 votos para superar a la Democracia Cristiana y tres concejales.

Y esta vez tiene la ventaj a de que prácticamente ha sido absuelto de su maldición de ser un parti do "fuera del arco constitucional", ya que el actual presidente del Gobierno socialista, Bettino Craxi, quiere que se acabe con ese prejuicio, por tratarse de un partido que en realidad está presente en el Parlamento como todos los demás y recoge los votos de los ciudadanos legítimamente.

Por su parte, los comunistas se han volcado porque necesitan probar que la ciudad de Nápoles, a pesar de todas las dificultades, prefiere estar gobernada por la izquierda. Mientras la Democracia Cristiana, que acaba de sufrir una de las derrotas mayores de su historia en las últimas. elecciones políticas nacionales de junio, teme volver a recibir, otro revolcón en una de las ciudade s claves para el partido.

En los últimos ocho años de Gobierno de izquierdas, el alcalde comunista Valenzi, como ha confirmado a EL PAIS, ha perdido la voz "gritando en Roma que el problema de Nápoles es nacional y que no se podrá resolver el problema italiano olvidándose del dramatismo de Nápoles". Y es que Nápoles sigue poseyendo el triste primado de los mayores récords negativos en el campo social, no sólo de Italia sino también de Europa. Problemas ancestrales de carácter social y político a los que se han añadido en los últimos tiempos las catástrofes de los terremotos que la han hecho aún más invivible.

Nápoles es actualmente la ciudad italiana con mayor índice de ruidos, de polución marítima y atmósferica, de mortalidad infantil, de enfermedades virales y de crisis ocupacional. Es donde el tráfico es más insufrible, donde los servicios públicos funcionan peor y donde la especulación adiministrativa ha tocado fondos de locura, ya que es este el campo donde más influencia ha tenido siempre la Camorra, versión napolitana de la Mafia

Aún los enemigos del Gobierno Valenzi reconocen que, sobre todo en los primeros años, los coinunistas "hicieron cosas" en Nápoles. Pero los mismos comunistas reconocen también que los problemas de esa ciudad son tan crónicos y tan amplios que ni ellos han podido hacer lo que hubiesen deseado, sobre todo por la triste herencia que habían recibido.

Los observadores siguen preguntándose qué le pasa a Nlápoles para ser tan ingobernable. Un grupo de intelectuales ha coincidido en señalar a EL PAIS que Nápoles es "como un enfermo con heridas que nunca se han cerrado, ensangrentadas. Por eso cualquier golpe, cualquier problema nuevo, la hace gritar más que a otras ciudades". Y afirman que Nápoles es como la caja de resonancia del país. Allí se "dan cita todos los males oscuros". Es, dicen, como un valle lleno de ecos donde basta echar una china para que retumbe.

Nápoles, subrayan los sociólogos, es una ciudad a la que se le ha acostumbrado a vivir al día. Se calcula que aún hoy más de 300.000 napolitanos se levantan diariamente sin saber de qué van a comer, aunque acaban comiendo.

Pero esto implica, al mismo tiempo, la creación de toda una red de intereses particulares, personales, que son vitales e intocables. Esta atomización de intereses supone otra atomización de decisiones por parte de los gobernantes para mantener un difícil equilibrio de supervivencia. Por eso, aún el alcalde o el ayuntamiento más inteligente, más honrado, más genial o más decidido acaba estrellándose, porque aunque pueda, con una ley, contentar a los pequeños comerciantes, por ejemplo, haciendo la vista gorda sobre algunas irregularidades, acabará disgustándoles después porque no consiguen, por ejemplo, solucionar el problema del tráfico, cuyo caos es a veces consecuencia de haber hecho a su vez otras concesiones a otra de esas infinitas categorías detentadoras de pequeños intereses intocables.

Ciro Paglia, que durante 18 años ha seguido la crónica de Nápoles para el primer diario de la ciudad, Il Mattino, cronista desde 1965 a 1973, jefe de local del diario hasta hace unos meses y actualmente responsable de la redacción romana de dicho diario, el más ¡mportante del sur de Italia, cree que el tono de estas elecciones es, ante todo, "la desilusión". Y añade: "Es todo lo contrario de lo que ocurrió en 1975, cuando la llegada, por primera vez a Nápoles, de un Gobierno de izquierdas fue considerada como una esperanza,,' un milagro, incluso un milagro de San Gennaro. Era una experiencia nueva y los napolitanos han buscado siempre un mesías para sus angustias. Desde 1950 y 1961 habían vivido la experiencia de la derecha con el imperio Lauro y el partido de Giorgio Almirante (MIS), después dejaron a la derecha para abrazarse ala Democracia Cristiana y al centro izquierda. Y, por fin, en 1975 llegó el primer alcalde comunista. Ahora estan decepcionados de todos y no saben a quién votar. Por eso existe el peligro de la vuelta al MIS, del voto de protesta, del no voto".

Para Paglia, si los napolitanos vuelven a votar a la derecha de Almirante es "porque lo consideran un partido fuera del Estado y Nápoles tiene dentro de sí una gran rabia contra Roma". Según el periodista napolitano, los comunistas seguirán, según las proyecciones, manteniendo sus votos a pesar de que no han realizado el milagro que Nápoles esperaba. "Estas elecciones pueden significar para la Democracia Cristiana el test más importante de su historia. Si la Democracia Cristiana pierde mañana en Napoles, si se deja adelantar por el MIS, será la demostración más evidente de que nuestro partido ha empezado a declinar irremediablemente como primer partido del país".

Unas elecciones en las que se presentan 14 partidos nuevos, entre los que figuran el Partido de los Jubilados y el Partido de los Inquilinos, que no recogerán muchos votos porque los napolitanos son desconfiados con los partidos nuevos. Hoy, en el Gobierno que acaba, había 27 concejales comunistas, 21 democristianos, 18 del MIS, seis socialistas, 5 socialde mocratas, 2 republicanos y un liberal. Y son precisamente estos dos últimos partidos minúsculos los que podrían crecer paradójica mente en estas elecciones.

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