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Entrevista:

Yves Montand

Actor y cantante, es el provocador más influyente de la política francesa

Yves Montand se ha convertido en el hombre político más influyente de Francia. El ya célebre actor y cantante, que irrita a unos y sorprende a otros, que provoca a los comunistas de París y Moscú, que le tiran a dar, mientras los media le ofrecen portadas, páginas y páginas, espacios y lo que quiera, porque saben que es dinero contante y sonante como tema vendible, está de moda en Francia. El Montand político no cuenta novedades sensacionales, sino que se limita, de hecho, a practicar un poco la democracia, es decir, a pensar por su cuenta. Y al alboroto

Temperamental y rabioso, como lo ha sido siempre, a Montand, 62 años, le han bastado tres o cuatro apariciones en la radio y la televisión de este país para dejar K. O. al personal político francés.Su discurso es simple y conocido de todos, pero las ambigüedades socioculturales de este país, traducidas en términos políticos, promocionan la apariencia o lo que conviene en detrimento de lo que es o de lo que se es. Y parece ser que Montand, en la cumbre de su trayectoria de intelectual parisiense de izquierdas, no acaba de descubrirse a sí mismo, pero embelesa a sus conciudadanos. Algunos acontecimientos de la vida pública francesa, como la intervención de Francia en Chad o la victoria de la derecha, aliada a la extrema derecha, en una elección municipal parcial le han servido para escandalizar al país y, sobre todo, a sus amigos de izquierdas, cloroformados, como él dice.

El llamado affaire Montand no es de hoy. Ya el año pasado, por no ir más lejos, exclamaba "mierda para Marchais" cada vez que escuchaba al secretario general de los comunistas franceses, "que parece que se dirige, a imbéciles". Ahora, a propósito de la elección de Dreux (la que ganaron la derecha y la extrema derecha), firmó un manifiesto contra el racismo de los ultras, pero, no conforme con ello, añadió por su cuenta: "El verdadero peligro es el Gulag. Yo no puedo asociarme a gentes que consideran como cosas justas la agresión de Afganistán, lo que ocurre en Polonia, el derribo del avión surcoreano". Montand apuntaba a los comunistas franceses y a la alianza de los socialistas con ellos. Su discurso contra los soviéticos es persistente: "El verdadero enemigo es el Gulag. Nosotros estamos completamente cloroformados. No se reacciona más que en función de reflejos condicionados. Se dice o no se dice esto porque no hay que hacer el juego a Reagan o a la derecha. Pues bien, mierda. Me importa un rábano". Y aporrea más el clavo: "La derecha hace negocios y sabe hacerlos, lo que la izquierda no logra siempre. El formidable boom económico de Francia, de 1959 a 1973, fue en tiempo de los gaullistas y se les debe a ellos". Cuando se trata de Chad, critica las dudas del Gobierno socialista, es decir, su no intervencionismo inicial: "Lo cómodo es lavarse las manos siempre para no ser tratado de colonialista". Y así, viene a concluir, es como los soviéticos se harán con el mundo. Por ello, a los pacifistas les dice: "Yo, ni rojo ni muerto, sino libre".

El predicamento de Montand resulta alucinante en este país, no sólo porque la religión del binomio derecha-izquierda aún sigue siendo categórica y excluyente, sino porque, desde hace más de 30 años, el actor de La confesión ha hecho acto de presencia en todos los frentes del debate público mantenido por la izquierda: con su mujer, la actriz Simone Signoret, firmó el llamamiento de Estocolmo contra la bomba americana de hidrógeno; luchó contra el macartismo y, por ello, se le prohibió la entrada en EE UU; fue a Moscú, donde cornió con Jruschov; ha intervenido, cantando o manifestándose, contra la dictadura chilena, contra el franquismo, en favor de Solidaridad.

El descubrimiento del totalitarismo comunista hizo que Montand comenzara otra reflexión. Y hoy, el proletario, hijo de padres pobres emigrantes, compañero de viaje del PCF durante varias décadas, es tratado de "toro rabioso en cuanto ve el rojo" por el Izvestia moscovita, mientras el diario comunista francés L´Humanité se lo explica todo por "la fortuna colosal" del cantante-actor.

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