El Real Madrid no perdonó al Cajamadrid
El Real Madrid le atizó al Cajamadrid un escarmiento. El Cájamadrid llegó al Pabellón con intenciones contestatarias, nada menos que a ganar si era posible y Lolo Sáinz dispuso a sus hombres para una represión ejemplar. 29 puntos fue una diferencia inapelable y seria.El equipo madridista no hizo ni la menor concesión, trató al Cajamadrid como si fuera un equipo potente, y encontró por vez primera a su segundo americano. Si, ayer, Robinson estuvo bien, cumplió su cometido y se convirtió en el jugador triunfador. Brabender, otro de los protagonistas, no pudo mantener un alto porcentaje de aciertos, pero su presencia movió a la añoranza y recibió dos sonadas ovaciones con todo el público en pie. Tuvo que hacer un gran esfuerzo paía ocultar sus lágrimas y cumplir con su labor a rajatabla.
El Real Madrid salió a la cancha a disputar un encuentro en serio, a tope, sin concesiones al rival, con un aire distinto al acostumbrado en competición liguera. El Real Madrid sacó sus armas y mostró un sistema defensivo inflexible, correoso, casi impecable. Parece mentira cómo ca mbian los tiempos para ver a los jugadores visitantes quejándose de la defensa, incluso de la dureza, del Madrid.
El equipo blanco ya no busca la floritura sino la eficacia y las defensas van a determinar muchos éxitos en este campeonato. Así entendido el encuentro, el Cajamadrid no le volvió la cara y también dispuso un sistema defensivo pegajoso. Había choques, encontronazos, lucha por la posición de tiro, tortas en los rebotes y cmoción, porque en los 15 primeros minutos las diferencias fueron escasas, y menudearon los empates.
Cuando el Cajamadrid cometió sus primeros descuidos, a falta de dos minutos para el descanso, el Madrid llegó a la ducha con 12 puntos de ventaja. No había perdón posible.
Y el castigo siguió durante otros 20 minutos, con una defensa madridista infranqueable, mientras que la del Cajamadrid era demasiado caritativa y propensa al descuido. Hasta Robinson entendió llegado su momento y comenzo a jugar con soltura después de haberse mostrado a la altura de las circunstancias en los rebotes. Resultaba que el negro madridista salta bastante cuando lo hace.
Ayer hasta pidió balones e intentó asistencias. En el minuto 11 buscó el lucimiento personal con un tiro de media distancia. Falló, pero el público perdonó en silencio. La última canasta, la que un jugador siempre desea para sí con la bocina dando la última nota, fue suya.
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