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Tribuna:
Tribuna
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Esta madre

Terrorismos, rumasas, guerras de lenguas, estatuas y banderas, porfias constitucionales con sabor secular, catástrofes naturales. La impresión a la que conduce iterativamente este país es semejante a la que suscita un cuerpo cargado de achaques que le obstaculizan, una y otra vez, su voluntad de incorporarse. Mezcla de males reumáticos reales y de resabios hipocondriacos, este territorio parece sumido en sus antiguos dolores de huesos, en nuevos fallos de sus articulaciones, en borborigmos, al fin, que le vetan sucesivamente su capacidad de enderezarse y entrar en la época.Nuestros intelectuales y políticos proclaman el trascendente momento que vive el mundo, las profundas trasformaciones que anuncian la inauguración de un tiempo nuevo. Nos lo cuentan, sin embargo, como viajeros. Oteadores de unas,novedades morales y materiales que suceden en el exterior y que el enfermo español, todavía postrado, escucha como una narración a la que acaso un día, cuando sane, podrá sumarse. Por el momento, a ese cuerpo le es necesario reponerse, pacificarse, equilibrarse, armonizarse y consolidarse a partir de los minucioso remedios que la complicada enfermedad reclama. Sin, salud no es posible ir a ninguna parte. Sin un Estado constituido interiormente, cómo hablar. incluso de que lo, nuestro es una crisis internacional. Nuestra dolencia, antes que internacional, es ese crónico ambiente hogareño de lamentación, unas veces, y de ilusión en la cura, otras.

Obsérvese, al paso, ese aspecto que acaban adquiriendo los historiadores extranjeros tras consagrar una vida a lo español. Todos parecen, al cabo, médicos de cabecera, afanosos y tiernos como si investigaran sobre un paciente que se les hizo entrañable a fuerza de obsequiarles con la invariable lealtad de su quebranto.

Entrañable, reumático, hipo- condriaco, eternamente pendiente de su quejumbroso organismo. El tiempo corre y se renueva ante la ventana, mientras el doliente, mal oreado, sigue oliendo a yodos y si napismos. Uno ama a su hidalga madre patria -cómo evitarlo-, pero también a uno se le ocurre si no es ya demasiada tabarray ha bría sido preferible vivir la vida -nuestra única vida- sin tan gravosa e insalubre procedencia.

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