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Pedro Delgado: "Ahora todos compiten y afirman que fueron los primeros en descubrir mis cualidades"

Luis Gómez

Pedro Delgado vino al Tour a leer la Divina comedia, de Dante, y a correr lo mejor posible. De momento, es segundo en la general y el centro de atención de la máxima prueba ciclista. La lectura la ha tenido que suspender porque solo tiene tiempo para descansar. Su compañero, Angel Arroyo es otra revelación, pero menos rutilante. Corre en el Tour sin conocer a su hijo, y a sus 26 años parece un profesional desengañado. Ambos centran la atención española en el Tour de Francia, y se les supone valor y cualidades para hacer algo grande. Delgado practica la indiferencia e ironiza sobre los numerosos amigos que le salen por todas partes.

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La etapa de hoy, por TVE

A Pedro Delgado, 23 años, soltero, la repentina fama de que disfruta no parece desorientarle "Estoy vacunado, practico la in diferencia porque sé que en estos momentos todos me quieren utilizar. Sólo transmito mis sentimientos a dos periodistas segovianos amigos míos". El nuevo fenómeno del ciclismo español tiene conciencia de que todo lo que le rodea es temporal y hasta supérfluo: "Desde hace poco tiempo me salen muchos parientes. Le doy una patada a una piedra y crecen los parientes. Ya me dijo mi madre: "Anda, que si fue ras ladrón te iban a salir tantos" Delgado, en camino de convertirse en ATS, ha reflexionado sobre su situación: "Ahora, por ejemplo, todos compiten y afirman que fueron los primeros en descubrir mis cualidades. Ya lo decía yo, me dicen. Les doy mi conformidad y se van tan contentos".Delgado llegó al Tour como un semidesconocido, con la ilusión de hacer algo grande y la intención de leer la Divina comedia, de Dante, porque pensaba que con lo largo que era el Tour me iba a dar tiempo". Pero, desde hace unos días, tiene que distribuir su tiempo entre el descanso y la atención a numerosos medios informativos. Delgado es eso que se llama una revelación, que comenzó a hacerse notar por televisión cuando bajaba en posición harto heterodoxa, pero acercaba sus posiciones a las del líder. Ahora, Anquetil, Poulidor, Merckx, Pingeon, incluso Ocaña, ex corredores metidos a técnicos o asesores, le conceden grandes posibilidades de triunfo. Ya le han entrevistado cadenas de televisión francesas, belgas y alemanas. La española será la última, seguramente. Echévarri, director del Reynolds, quiere tranquilizar al personal, "es muy joven aún para ganar un Tour", pero reconoce que "se le puede dejar sólo en una etapa". Es la estrella del momento.

Cuando sus rivales suben con el piñón 23, él utiliza el 21; cuando Ocaña le aconsejaba que la subida a L'Alpe D'Huez, el terminó respondiendo, finalizada la etapa: "no es para tanto, la subida tenía truco, después de cada curva había un descansillo. Delgado, en definitiva, destaca por su forma de correr y porque tiene ideas propias, "rne gusta leer las páginas de deportes de los periódicos de política, porque son mejores y más imparciales, y de los diarios deportivos sólo me gusta aquello que dicen, que es poco, de política". En el equipo se le deja hacer. Cuando corrió, para quedar segundo, la subida al Puy de Dóme, lo hizo sobre la bicicleta de Gorospe, especial para contrarrelojistas. La solicitó y nadie se atrevió a reprocharle nada.

Ayer, Delgado recibió la visita de Eddy Merckx, a quien saludó amablemente y sin mostrar especial emoción, "sé que le utilizan para abrir ciertas puertas y el papel que tiene que cumplir". Ayer, como hoy, como mañana, sea o no líder del Tour, llamará a su novia, "no hablo con la familia" para saber lo que se dice por España y por Segovia. Para él, Delgado, "es un chavalín de Segovia que se le ocurrió montarse en una bici, con la que se dedicó primero a pasear y luego más en serio, una vez que un señor de Valladolid, que se llamaba Chamorro, le llamó para ir a correr a un equipo".

Un chavalín que tiene tres oportunidades, como tres etapas, de ganar el Tour y ponerse al lado de Bahamontes y Ocaña, sólo que con 23 años.

Arroyo, una vida de obstáculos

A Arroyo, 26 años, casado, padre con cinco días de antigüedads, la vida se le presenta como una dura etapa repleta de obstáculos. Luchó primero para comprarse una bicicleta en regla, la cuarta, por fin, luchó para ser profesional, y lucha para hacese con un palmarés aun a costa de que un título importante, la Vuelta a España, lo perdió por circunstancias, según él, aún no aclaradas.

Cuando con diez años pidió su primera bicicleta, amenazó con fugarse de casa. A los dieciséis ganó su primera etapa, en Herrera del Pisuerga (Palencia), después de pedir un desesperado crédito familiar de 500 pesetas para realizar el desplazamiento. Tres mil pesetas mensuales fue su primer sueldo como ciclista y ahora gana dinero para ir tirando, "a fuerza de créditos si es preciso" y con la idea clara de que al final de todo esto está abrir un bar o una cafetería y vivir de ese negocio.

Al paso del tiempo, Arroyo se convirtió en un ciclista seguro que ganaba diez carreras al año y aspiraba a un contrato digno en un equipo profesional. Vencedor de la Vuelta a Irlanda, de la Vuelta a Castilla y sexto en la Vuelta a España, llega al año 82 para que un entrenador cotizado de atletismo Pascua Piqueras, modifique sus costumbres de entrenamiento: "fue una enseñanza fundamental porque aprendí a entrenar con menos kilómetros, pero más calidad de ejercicio. Lo noté en esa temporada". Y ganó la Vuelta a España, de forma incontestable, salvo para el control antidoping, que dio positivo en una etapa de escasa importancia. Un caso discutido que está actualmente, en los tribunales.

Ángel Arroyo practica diariamente la virtud de la humildad; huye de la Prensa y se cree incapaz de contribuir al espectáculo con frases ingeniosas: "no valgo para reunir a los periodistas y decirles que mañana gano. Quizá debería hacerlo porque vivimos también de la publicidad". A sus 26 años tiene conciencia de que al ciclismo le rodea un entorno entre falso y mafloso y parece tener claro que debe dedicarse a lo suyo: hay ciclistas que valen para ganar etapas, otros solo para trabajar y otros para ambas cosas. Lo peor es servir sólo para trabajar y creerse capaz de ganar etapas. "Por eso yo admiro a los que asumen que no están para subir al podio".

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