Los resultados electorales marcan el fin del nacionalismo en Marruecos
Los resultados de las pasadas elecciones comunales y municipales marroquíes comienzan a ser calificados en ciertos círculos del poder en Rabat de fin del nacionalismo. Esta aseveración es de una gran trascendencia histórica en Marruecos y de un gran significado coyuntural.Desde la independencia, en 1956, el poder ha sido sometido a un doble asalto por parte de la monarquía y de los partidos nacionalistas, que querían convertir a aquélla en una dinastía al estilo de las europeas, que reinan pero no gobiernan. La adopción por la monarquía a partir de 1958 del gran sueño imperial de Allal el Fassi logró episódicos entendimientos entre el nacionalismo y palacio, pero ninguna cooperación real y profunda, ya que subsistía la cuestión fundamental del poder, que el nacionalismo pretendía ejercer con exclusividad. Desde las elecciones de 1963 hasta los sucesos de Casablanca en 1965 y el asesinato del líder revolucionario Mehdi Ben Barka, el país conoció momentos difíciles de agitación interna.
De 1965 a 1970, Marruecos vivió bajo el estado de excepción, que fue reimplantado después del compló de Skirat de 1971 y el atentado contra el rey de 1972. Hasta 1976, y después de la cesión del Sáhara por España, no hubo reconciliación entre la monarquía y las fuerzas políticas nacionalistas, que se tradujo en las elecciones comunales de 1976 y las legislativas de 1977.
La recuperación del Sáhara trajo una concordia interna momentánea que duró hasta las huelgas de abril de 1979, pero ha mantenido y mantiene a Marruecos en una beligerancia que le ha dejado exhausto y que hizo crecer su Ejército de 45.000 a 160.000 hombres, y que ha llevado sus gastos militares a tres millones de dólares diarios.
El país es insolvente con el exterior, con una crisis sin precedentes y un nivel de desempleo que no tiene igual en los países del Magreb. La monarquía intenta salir del atolladero del Sáhara, pero se ha visto impedida de hacerlo a causa del permanente irredentismo istiqlali.
Las recientes elecciones comunales son, en la interpretación oficial actual, la derrota definitiva del nacionalismo istiqlali y la victoria de quienes quieren acabar con la crisis económica y desarrollar a Marruecos sobre bases capitalistas modernas, que se supone encabezados por Hassan II. El referéndum en el Sáhara y la nueva etapa que se abre se dice que no podrían ser llevadas a cabo con la permanente oposición del istiqlali.
Esta caución es la que al parecer se le va a pedir a los socialistas marroquíes, que muy bien pudieran ser llamados a cooperar dentro del próximo Gobierno que surja de las legislativas de agosto-septiembre.
Se trata, además, de apartar al nacionalismo, para poder imponer la línea liberal en economía.
Es muy significativo que el programa de la Unión Constitucional, el partido del primer ministro, Maati Buabid, ganador en las elecciones, incluya la privatización de importantes sectores de la economía marroquí. Es muy posible que a ello no se haya llegado por medios ortodoxos, sino a través de la falsificación de las pasadas elecciones, pero si los propósitos que se le atribuyen al rey Hassan II son ciertos, Marruecos podrá convertirse en un país capitalista con tendencias modernistas.
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