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La final de la Copa del Rey

El Barcelona ganó la Copa en el último minuto

ENVIADO ESPECIALUna sinfonía en azul y grana inundó las gradas de La Romareda cuando en el último minuto logró el Barça su victoria. Dos banderas y dos gritos habían predominado durante el encuentro: la azulgrana y la cuatribarrada, y el Visca el Barça y Visca Cataluña. El Madrid, presunta víctima antes del inicio, estuvo al borde de producir lo inesperado. Un Barça, que se hundió por sus propios errores en el segundo período, alcanzó el triunfo final justamente en el momento en que todos los aficionados desean el éxito de su equipo, aunque sea de penalti injusto. Esta vez no hubo máximo castigo y sí una recompensa a la mayor calidad ofrecida en los 45 minutos iniciales.

Alfredo Di Stéfano, no se la jugó con Maradona, como hizo en el partido de Liga jugado en Chamartín. Esta vez no colocó a su lado a un jugador de clase, sino a un hombre duro: Camacho. Camacho es tenaz, inasequible al desaliento y perseguidor implacable. Se situó junto al astro argentino, y le siguió sin descanso. Para el Barcelona prácticamente consistía en poder hacer Regar el balón a Maradona para que lo jugara a su antojo o en provecho de sus compañeros. Para el Barça ya se sabía que el menor descuido iba a colocarle con ventaja en el marcador.

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El drama del Madrid estaba en no contar con hombres rápidos capaces de desbordar a la defensa adversaria. Juanito, ya no tiene velocidad y Santillana, que era el otro delantero, está para buscar los remates y no para irse por piernas. El Barça, además de confiar en Maradona, tenía la ventaja de Marcos y Carrasco, que en cualquier momento. podían burlar a sus pares.

Di Stéfano, que sabe el material que maneja, sacó a Salguero para que jugara de lateral, a fin de intentar los relevos por el centro entre Bonet, Metgod, Gallego y Stielike. Sólo consiguió que el central intentara largas galopadas. Stielike, como ha ocurrido en alguna final, incluso de mayor fuste, se escoró tanto al comienzo hacia la banda derecha que hubo momentos en que ni siquiera necesitó el agobio de Esteban para estar marcado. Menotti, ante la precariedad atacante madridista, se limitó a dejar que entre Sánchez y Gerardo esperaran a Juanito. Ello facilitaba la posibilidad de que Sánchez se largara por su banda en apoyo de los delanteros. Para marcar a Santillana se relevaron Miguel¡ y Julio Alberto, y éste tuvo, por tanto, posibilidades de ser un extremo más cuando se situó sin nadie a quien vigilar junto a su banda,

Mayor sentido atacante del Barça y las precauciones madridistas produjeron un amontonamiento de hombres en el centro del campo. La maraña y los nervios excesivos provocaron una serie de roces, encontronazos, obstruciones y derribos, que pusieron el partido con tintes de espectáculo bronco y copero como suele adjudicarse a estos lances. El árbitro se mostró excesivamente complaciente en algunas ocasiones y si no se llegó a la batalla campal fue porque los jugadores durante unos minutos decidieron el cese de las hostilidades violentas.

Tras el descanso, el Madrid recompuso su esquema y Camacho pasó al marcaje de uno de los extremos azulgrana y Bonet se situó junto a Maradona. Con los cambios, el Madrid volvió a tener una actuación en el campo más coherente con las actitudes de algunos de sus jugadores. Salguero ya pudo desde el centro del terreno buscar más amplios horizontes.

Más no fueron los cambios tácticos los que impulsaron al Madrid hacia el empate. Fue una desgraciada jugada de Gerardo la que puso a Santillana ante el gol. Y fueron dos titubeos más del canario los que pusieron nota angustiosa en el marco de Urruti. Con la igualada, el Madrid pareció más equipo y el Barca se encogió. Stielike se pasó a la parcela en la que su juego suele hacer daño y Gallego comenzó a levantar la cabeza para enviar balones largos. Para el Barça se inició la cuenta de minutos en la que todo parecía imitarse al golpe de gracia de Maradona. Víctor falló una ocasión de gol idéntica a la que acertó y hasta Dieguito pifió una pelota ante Miguel Angel, que presto salió a hacerse con ella antes de que levantara el vuelo en exceso.

La superioridad manifiesta del Barça en el primer período se diluyó tanto que no sólo se vio igualado el juego, sino que estuvo en un tris de que el Madrid, a un cuarto de hora del final, se hiciera con la victoria. Isidro recibió un balón largo, se fue solo hacia Urruti y al tratar de esquivarle, en lugar de levantarle la pelota por encima, frustró el gol. Un dechado de inocencia impidió que el Madrid se pusiera en ventaja.

Y ocurrió que el Barça perdió la rapidez y la garra del primer período. Y sucedió que el Madrid se creyó capacitado para alcanzar el triunfo final. Miguel Ángel hizo las dos paradas que pueden definir un partido y hasta enmendó los fallos de algunos de sus defensores. El Madrid llegó a acomplejar al Barcelona. De tal modo, que se presintió el milagro. Y cuando la flauta azulgrana parecía que iba a sonar, Bonet impedía el paso a Maradona con toda suerte de marrullerías.

Llegó el minuto final y cuando todo estaba dispuesto para la prórroga, surgió la cabeza de Marcos y dejó al Madrid con la miel en los labios. El Barça, con el triunfo de anoche salvó la temporada. El Madrid, con su derrota, alcanzó un reto casi inigualable de subcampeonatos. Es el triste sino de dos grandes clubes, que anoche, a una carta, se jugaron todo lo que no habían sido capaces de gana en las bazas del recto de la temporada.

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