"La danza es mi mejor forma de expresión"
Desde que tiene uso de razón, apenas cumplidos los ocho años, la vida de Caria Maxwell está dedicada a la danza. Para esta californiana de 37 años, el baile profesional es algo tan natural como para otros puede ser hacer un poco de footing. Es actualmente la directora de la compañía de baile americana José Limón, que esta semana actúa en Madrid y próximamente lo hará en Barcelona. Si se le pregunta a Caria si es la danza su mejor forma de expresarse, contestará: "Absolutamente".
Una bailarina nunca se sienta como el resto de los humanos. Y, además, el suelo les puede resultar -insólito- bastante cómodo. Esa es, al menos, la impresión que da Carla cuando se le sorprende en pleno ensayo. Horas y horas gasta en tal tarea la bailarina-directora haciendo repetir una y otra vez una corta secuencia que luego, en escena, no dura más de veinte segundos. Carla sigue el compás haciendo chasquear los dedos y susurrando al mismo tiempo: "One, two, three, for, five, and ... One.. ". Se mantiene sentada con la espalda totalmente recta y las piernas inverosímilmente abiertas. Luego cruza las piernas de una forma indescriptible. Carla Maxwell, en privado, es mujer de pocas palabras. Indudablemente es la danza su mejor forma de expresión, pues todo cambia cuando, para mostrar a las bailarinas cuál es el movimiento correcto, se pone de pie y empieza a bailar.La compañía que dirige Carla Maxwell está muy directamente emparentada con esas grandes figuras de la danza contemporánea que fueron Isadora Duncan y Martha Graham. Pero a Carla le gusta puntualizar con respecto al "arbol genealógico de la familia". Contemporánea de Duncan fue la escuela Denishawri, de la que partieron dos ramas diferentes: la de Martha Graham y la de Doris Humphrey. A esta última le sucedió Charles Weidman y a éste, José Limón, el gran bailarín mexicano del cual Carla aprendió casi todo lo que sabe. Ella se considera su fiel seguidora. Él coreografió su último ballet, Carlota, especialmente para ella antes de morir, en 1972.
"Isadora Duncan", dice Carla, "fue una revolucionaria, no sólo en cuanto al baile, al luchar contra el ballet clásico, sino también con respecto a su propia vida. Ella creó el auténtico baile americano. La Graham, que se basaba en el clasicismo griego, era más teatral. Jpsé Limón, por su parte, es la Juilliard School de Nueva York, donde estudiaba y donde precisamente era profesor el bailarín mexicano. Carla reconoce que la vida de una bailarina es difícil y, sobre todo, intensa. Diariamente da un par de horas al día de clase, lo que dice no ser suficiente. Es un mínimo de tiempo. Cuando está de gira o tiene un espectáculo en cartel, la media suele ser de ocho horas diarias bailando.
El tiempo que le queda ha de dedicarlo a tareas de organización y administrativas junto con Jennifer Scanion, ayudante director artístico de la compañía. "Trabajamos en equipo", dice, "y ahora estamos muy cansados. Después de estar en Madrid iremos a Francia, después a Florida, luego a México, luego a Guatemala, a París, a Barcelona... Lo más duro de esta profesión es continuar con fuerza todos los días, estar fresca también todos los días y poderte concentrar. Es difícil conseguirlo cuando estás viajando por países donde todo es diferente: la lengua, la comida, el dinero, las costumbres... Yo no hago una dieta especial, pero aquí en España es imposible hacer una comida normal. Antes de la función no como por razones obvias y después se hace tan tarde que todo está cerrado. Y la mañana la dedico a dormir para recuperarme".
Carla es directora de la compañía desde 1978, ha actuado como solista en otros importantes grupos americanos, es coreógrafa y ha sido profesora de danza. Casada con Frank Barth, manager de la compañía José Limón, no tiene hijos. No puede opinar acerca de formas de bailar como en la película Fama porque no la ha visto. La danza parece ser su única y gran afición. Y confiesa que un día, como la Duncan, se fue a bailar por puro placer al teatro griego de Delfos.
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