La importancia de ser princesa
A Ira de Furstenberg le resulta "complicado" explicar de dónde provienen esos ingresos que le permiten viajar constantemente, alojándose en hoteles de lujo, porque "no me ocupo ahora de una actividad seria o precisa. No voy todos los días al banco o cosas por el estilo". Ha hecho una breve visita a nuestro país para presentar su primer -y quizá último- libro.Bella a cualquier edad se compone de 33 cortas entrevistas a otras tantas mujeres famosas que cuentan cómo conservan su belleza. Entrevistas a personajes como Carolina de Mónaco, Farrah Fawcett, Dominique Sanda, Paloma Picasso o Natalie Wood.
Viajar es el gran hobby de Ira -guapa, elegante y grandona-, cuyo trabajo parece consistir en el de ser princesa. "Me preguntaba usted que de qué vivo", dice. "Ahora me voy a Suráfrica porque dos marcas italianas, Alfa Romeo y Olivetti, presentan allí sus productos para promocionar la industria italiana. Yo soy la madrina y me pagan muchísimo dinero por eso. Quince veces más dinero del que voy a ganar con este libro que presento ahora".
La vida de Ira de Furstenberg es un claro exponente de esa nobleza tardía que ha tenido la mala suerte de vivir en un siglo sin prebendas para los títulos. Su principio era el coletazo final de una clase a extinguir: hacer una buena boda con un hombre de la misma estirpe. Ira, princesa austriaca, se casó a los quince años con Alfonso de Hohenlohe. "Era otra época, otro mundo, otra vida", cuenta. "Querían casarme rápido porque decían que estaba un poco loca. Sigo estando un poco loca, pero ahora ya es más normal". A los cuatro años terminó aquel matrimonio. "Lo dejé yo. Me fui con un brasileiro. De eso hace mil años. El pobre mío se murió también". Aquella historia, que también terminó en matrimonio, fue igualmente breve, y entonces Ira de Furstenberg, a los veinticuatro años, buscó otra vida de cuento de más actualidad: el cine. La experiencia cinematográfica de la princesa no fue satisfactoria. Aquí recuerdan algunos su intervención en No desearás al vecino del quinto, pero Ira de Furstenberg dice que ninguna de esa veintena de películas que interpretó ha sido buena. "Aún albergo esperanzas de dar con un papel maravilloso y con un director maravilloso", dice en la introducción de su libro. Experiencia un tanto frustrante que, sin embargo, le enseñó la realidad de la vida, "que yo no había conocido. Yo era una persona que había vivido un poco desde fuera. Ha sido muy útil para mí".
Ira de Furstenberg ha trabajado posteriormente en una casa de cosméticos y después con una firma de perfumes a la que acaba de dejar. Ha vivido en México, Brasil, Francia, España, Italia y actualmente en Suiza, donde seguramente no se quedará por mucho tiempo. Porque a Ira de Furstenberg le gustan las antigüedades y los viajes, pero no vivir en un mismo sitio durante mucho tiempo. "Odio hacer una vida de rutina. Quizá algún día me quedaré establecida en algún sitio, pero mientras tenga vitalidad y siga sintiendo curiosidad por las cosas, no dejaré de moverme".
Su círculo de amistades pertenece al mundo del cine, del espectáculo en general y de la aristocracia en particular. Sus movimientos son rápidos y sólidos, y su franqueza, divertida: "Por supuesto que estoy enamorada. ¡Menos mal que todavía encuentro!". Y suelta una risotada sin perder la compostura.
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