Luis Antonio de Villena
poeta, ensayista y flamante novelista, fue el alma de uno de los actos más literarios de cuantos han conocido las últimas temporadas culturales madrileñas. En una cena selectísima, a la que asistieron no más de cincuenta personas, entre ellas la creme de la creme de las letras, y tras la presentación aguda del ya veterano novelista José Manuel Caballero Bonald, Villena hizo una confesión algo desgarrada y sólo pocas veces irónica, pero completamente literaria. Metido en la nostalgia de su recién publicado Ante el Espejo y en el ambiente lleno de espejos y voluntariamente decadente de un restaurante que quiere ser art nouveau, dijo que le gustaba el mundo que se acaba, que prefiere el diseño a la materia, pero que valora la buena materia, esa que se está perdiendo. Que el Mediterráneo, entiéndase sus dos cuencas, se está suicidando, y que el plástico norteamericano está acabando con las formas de vida hermosas de nuestra vieja cultura.
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