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El Real Madrid le quitó el liderato al Zaragoza

El exceso de juego duro y los brotes de violencia deslucieron aún más el pobre partido disputado anoche en La Romareda, en el que también fue protagonista un árbitro que no quiso comprometerse demasiado para evitar las iras de un público apasionado excesivamente y más preocupado de las decisiones del juez que del fútbol. El arrogante Stielike estuvo impecable, salvo al final, porque no llegó a provocar nunca a nadie. El Madrid ha conseguido el triunfo porque es un equipo sobrio, bien situado en el campo, sin un fútbol brillante pero eficaz. Tampoco se dejó impresionar por el ambiente. El Madrid lleva muchos años jugando en estas condiciones y sabe cómo actuar. Es una pena que Di Stéfano no haya sido capaz de darle el toque genial que él tenía como futbolista a este conjunto fuerte y difícil de vencer.El Zaragoza no fue capaz de sacudirse la presión madridista porque careció de la imaginación suficiente para imponerse en el juego y para ordenar su ataque a partir de Barbas. No fue posible porque el argentino estuvo desdibujado salvo en un par de ocasiones. No se ha acostumbrado aún a los marcajes al hombre y menos si el contrario se llama Angel.

Con jugadores polivalentes que pueden actuar en varias posiciones, el Madrid abrió siempre más huecos que su rival y hasta, en algunos casos, sus hombres superaron individualmente los marcajes. El equipo blanco pudo resolver el partido bastante antes del gol de picardía de Juanito, porque el mismo extremo andaluz desaprovechó una oportunidad increíble cuando sólo iba un minuto de la segunda parte. Al final, con el Zaragoza descorazonado, el Madrid también pudo aumentar su ventaja.

El Zaragoza tuvo que recurrir a los centros por alto en busca de Amarilla y Valdano y a esperar un contraataque afortunado, trampa en la que no cayó el equipo visitante cuyos jugadores se relevaron con precisión en defensa y nunca dejaron huecos.

El entrenador del equipo aragonés siempre ha manifestado su intención de formar un equipo con vocación ofensiva. A la hora de la verdad plantea los partidos como casi todos sus colegas. Cualquier resultado que no sea la derrota por lo menos es aceptable. Si ante el Madrid, aunque sea en casa, bienvenido. De todas formas, lanzarse a una ofensiva en toda regla contra la ordenada y regular defensa blanca hubiera costado caro quizá, pero el fútbol saldría ganando. Y a lo mejor también el Zaragoza, porque éste es un terreno puramente especulativo.

Lo que si está claro es que Madrid y Zaragoza brindaron el juego que se puede ver hoy en este país. Temeroso, precavido y con manifiesta tendencia a defender. Luego hay que esperar que Juanito, Amarilla o quien sea no desaproveche las oportunidades que se presentan y resuelvan el partido. En eso, el Madrid tiene más oficio, más experiencia y más calidad que su rival de anoche.

El futbolista fuerte, marcador, correoso y casi impersonal se impuso siempre al estilista, al que juega no sólo con la disciplina impuesta por el entrenador. Ayer de mostró el Madrid que con idéntico planteamiento es mejor equipo.

El Zaragoza se dejó llevar demasiado por los nervios. Durante los primeros diez minutos, los jugadores apenas hicieron una sola jugada, estuvieron siempre a merced de sus rivales y cometieron muchísimas más faltas. Después del minuto diez, gracias a una jugada personal de Ramírez, el equipo de Beenhakker pareció estirarse un poco y mejorar su situación en el campo, pero casi nunca dio sensación de auténtico peligro y de hecho el meta Agustín intervino en pocas ocasiones para resolver jugadas conflictivas. Ni Valdano ni Amarilla lograron el remate de cabeza, ni funcionó tampoco el contraataque por lo que está claro que sólo podía haber un vencedor.

Resulta, sin embargo, preocupante que estos partidos tengan que resolverse merced a una jugada individual, o a un saque afortunado de una falta como en este caso.

El Madrid no cayó nunca en la dureza empleada por algunos jugadores zaragozanos que parecían dispuestos a tomarse la revancha del Sevilla y el Valladolid, por eso estaba el ambiente tan caldeado y quizá por eso también el equipo aragonés jugó con menos ideas que en sus dos primeros partidos de Liga. El Madrid es un nombre que impone y más en las circunstancias de anoche, con un público volcado, con más ganas de pelea que de ver un buen partido, con más ganas de chillar que de goles.

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