Alicia Alonso: "Antes que directora y coreógrafa, me siento primera bailarina"
Alicia Alonso al frente del Ballet Nacional de Cuba, presentó ayer en el Teatro Monumental de Madrid su versión de Giselle. El público, con sus aplausos, rindió un auténtico homenaje al trabajo de la compañía y, en especial, a la actuación de Alicia Alonso a quien la fuerza de la danza le hace superar cualquier posible merma física. Desde que, en 1959, con el triunfo de la revolución, se fundó la Escuela Nacional de Ballet y se recompuso el antiguo Ballet de Cuba, que pasó a llamarse Ballet Nacional de Cuba, bajo la dirección de su primera bailarina, Alicia Alonso, Io que hoy se conoce como escuela cubana de ballet ha hecho, en tan sólo veinticuatro años, una importante aportación al mundo de la danza clásica, con nuevas formas artísticas de interpretación y también coreográficas. Hoy, Alicia Alonso, para quien el ballet "ha sido, es y será mi vida", sigue considerada como una de las mejores bailarinas del mundo actualmente en activo, a pesar de sus dificultades con la vista y de su edad, no demasiado joven ya y que nunca dice.
Pregunta. ¿Cómo llegó Alicia Alonso al ballet, o viceversa, el ballet a la vida de Alicia Alonso?Respuesta. Llegó sin saberlo. De chiquita yo bailaba a mi aire cuando tocaban música. Después vine aquí, a España, con mis padres, y estuve en Sevilla y en Cádiz, y los primeros bailes que yo aprendí en mi vida fueron las sevillanas, las malagueñas, los fandanguillos... Cuando llegué de nuevo a Cuba, de regreso con mis padres, habían empezado a dar, unas clases de ballet en la sociedad cultural a la que nosotros pertenecíamos. Las clases eran a cargo de un profesor ruso, y desde entonces, desde que di mi primera lección, el ballet fue lo que más feliz me hizo siempre. La penitencia peor que me podían poner era no ir a mi clase de ballet.
P. Y a partir de entonces, ¿cómo se transforma esa niña ilusionada por su encuentro con la danza en la gran bailarina actual?
R. En Cuba no existía entonces una compañía de ballet, no existía el profesionalismo en el ballet. Y, por otro lado, a mi familia le gustaba el arte, le gustaba ir al teatro, pero no le gustaba la idea de tener a uno de los suyos en el teatro. Así que yo estudié ballet no como una posible profesión, sino como una forma más cultural de enriquecer mi vida. Sin embargo, de entonces acá la cosa ha cambiado. Hoy día tenemos escuelas nacionales de danza en todas las provincias, tenemos varias compañías y tenemos el Ballet Nacional, considerado en la actualidad como uno de los mejores del mundo.
P. Pero usted se hizo profesional en Estados Unidos.
R. Efectivamente. Después de terminados mis estudios y de casarme en Cuba, llegué a Estados Unidos y me hice profesional de la danza. Como no había compañías profesionales de ballet, lo primero que bailé fueron comedias musicales, hasta que se formaron dos compañías clásicas profesionales, y terminé entrando en el American Ballet Theatre, donde pronto me convertí en primera bailarina, tras una gira por Europa. Mientras tanto, nunca dejé de visitar regularmente mi país, hasta que, en 1948, formamos la primera compañía profesional en Cuba, que se llamó Ballet Alicia Alonso, y tuvimos tanto éxito en nuestra primera gira por Suramérica que el Estado nos concedió una pequeña subvención.
Problemas económicos
P. ¿La compañía se podía mantener con esa subvención?
R. No, por supuesto. Hasta 1956 tuve que alternar mi trabajo en el Ballet de Cuba con contratos en otras compañías y conciertos con distintas orquestas sinfónicas, en Estados Unidos, en Suramérica y en Europa. Recorrí todos los teatros del mundo, al tiempo que el sistema en Cuba empeoraba, en contra de nuestros principios, y a la vez también que nos iban reduciendo la ya casi ridícula subvención que nos habían asignado. Así que yo me veía obligada a reinvertir en mi país todo el dinero que ganaba fuera. En 1950 decidimos abrir una escuela de ballet, con lo que yo tuve que trabajar aún más duro para poder costearla. Y en 1956, en protesta por la situación impuesta por el sistema, dejamos de bailar en la isla, aunque mantuvimos la escuela en funcionamiento. Por fin, en 1959, con el triunfo de la revolución, se creó la Escuela Nacional de Ballet y se recompuso la compañía con el nombre de Ballet Nacional de Cuba, con gran orgullo para todos.
Nuevas formas
P. Y desde entonces a hoy, en tan sólo veinticuatro años, su estilo se ha hecho mundialmente famoso en lo que se conoce como la escuela cubana de ballet. ¿Cuáles son las características diferenciadoras de este estilo? ¿Qué ha aportado la escuela cubana al mundo del babet?
R. Fundamentalmente, nuevas formas artísticas de interpretación, y también coreográficas. Respecto a la enseñanza, ésta es básica, los pasos básicos son enseñados igual que en todas las grandes escuelas del mundo. Pero lo que nos diferencia es el acento que ponemos dentro del propio paso musical, el ritmo, la línea de las diferentes posiciones, la ligereza en los pies, el acento en el salto, las vueltas... Eso en cuanto a la técnica; y artísticamente, la proyección dentro de los grandes clásicos, el estudio que hemos hecho de los mismos y cómo los proyectamos. Clásicos como La bella durmiente, El lago de los cisnes o Giselle, con todos los cuales hemos tenido muy buena crítica, han sido pedidos por las otras grandes compañías del mundo. La Opera de París, por ejemplo, hace hoy en día el Giselle de la versión nuestra cubana, con coreografía mía. Y también lo bailan la Opera de Viena, el San Carlo de Nápoles, el Ballet de Bellas Artes de México y otros.
P. ¿En qué se diferencia una figura como Alicia Alonso de personajes como Maurice Béjart o Roland Petit?
R. Quizá en que, antes que directora y coreógrafa, me siento primera bailarina. Quizá ésa sea la principal diferencia: que todavía estoy bañando.
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