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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El cine en la pequeña pantalla

Largo fin de semana con cal y arena, como casi todos. Dos grandes películas, Centauros del desierto y Bola de fuego, salvan, y muy bien, la calidad de la programación. Un vulgar melodrama de italianos en EE UU, una comedieta con estilo del viejo Hollywood, una de gangsters casi plagiaria, una muestra sin interés del género terrorífico, completan el repertorio. La película de La clave trata de la lucha antidroga.

Centauros del desierto se emitirá el sábado a las 16

05 horas en la primera cadena.

Cine con mayúscula

Cuando se sentía cómodo detrás de la cámara porque delante d ella tenía a su gente y ésta representaba cosas, tipos, situaciones y aventuras que él consideraba suyas, John Ford, o Sean Aloysius O'Fearna, un irlandés tuerto nacido en Maine a finales del pasado siglo, era el Cine con mayúsculas. De talante liberal y pacífico, este patriarca socarrón y sentimental, dedicó media vida a contar historias violentas, por que de la misma manera que sólo en medio de la aridez brotaba, ante su mirada teñida de humor irlandés, la gloria de la sed, sólo en la violencia era para él posible exponer su nostalgia de la paz.En Centauros del desierto, rodada en 1956, Ford contó una historia que sentía absolutamente suya: la frontera invisible entre el espíritu del colono blanco y el del colonizado indio, que llenó otras tres obras maestras de su filmografía -Fort Apache, de 1948, Dos cabalgan juntos, de 1961 y El gran combate, de 1964-. Y Ford, que algún miope tachó de racista, hizo en estas ejemplares películas una de las más adultas, libres y generosas visiones del mundo indio que ha dado el cine. Películas indigenistas, como Flecha rota, de Delmer Davis, son pálida demagogia oportunista comparadas con la amarga imagen de la pasión del indio que Ford llevaba dentro.

Centauros del desierto, un monumento del cine fordiano en su vertiente lírica -las otras vertientes fueron la épica y la humorística-, se ajusta casi literalmente al principio de visión del indio como la otra cara, o si se quiere la cara oculta, del blanco, tal como lo delimitó Hermann Melville, cuando en Moby Dick escribió que "el mar es el lado oscuro, el lado indio de la naturaleza". El acorde indio, visto no como enemigo exterior, sino como perturbación, como inquietud, como revulsivo interior de la armonía del colono, como subversión del esquema de este para defender su mística de la tierra, es en esta emocionante sinfonía fordiana la melodía de fondo, casi inaudible, como el bajo continuo en una sonata de Bach, pero que sostiene la racionalidad de la composición.

Esta alusión a la condición sinfónica de Centauros del desierto es más que comparativa. Las grandes películas de Ford -La diligencia, Pasión de los fuertes, El hombre tranquilo, Siete mujeres, Liberty Valance, ;además de las citadas- son esencialmente musicales. No es posible capturar enteramente la belleza soterrada de los grandes filmes de Ford si no se percibe la secreta musicalidad que asoma en los planos sostenidos, en la sutil combinación de los estímulos visuales y sonoros, en el predominio de las leyes de la cadencia y la duración sobre los específicamente narrativos. Ford compone, orquesta, instrumenta, busca con elegancia y sencillez las leyes de la armonía. Musicaliza, en fin, con otros medios que los específicamente musicales. Como, Faulkner, en sus novelas en forma de fuga, como Eliot en la edificación de poemas en forma de cuartetos, como Monet cuando introduce el tiempo en sus lienzos sobre la catedral de Rouen.

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