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La falta de remate derrotó a la Real

, La Real dejó de estar invicta en Valladolid. Su derrota llegó, no por peor juego, ni tampoco porque estratégicamente no acertara, sino simplemente porque no remató a puerta. El Valladolid tampoco lo hizo, pero se acordó de que hay que hacerlo para marcar un gol, y ensayó el disparo a falta de nueve minutos. El remate, que igual podía haber llevado el balón a las gradas, lo alojó en las redes tras describir una trayectoria imparable.Arconada tuvo en todo el partido tres ocasiones para intervenir. La primera fue gol, porque a Gail le dejaron rematar con toda la fuerza con que era capaz; en la segunda, seis minutos después, desvió un remate de Jorge en un alarde de reflejos, y en la tercera, por mucho que se estiró, no pudo evitar el gol, porque el balón pasó a un metro por encima de él, para inmediatamente iniciar su descenso y entrar por la escuadra. Pese a tan escaso bagaje ofensivo del Valladolid, pero tremendamente efectivo, la Real salió derrotada de Zorrilla.

La Real jugó más y mejor, llegó a puerta en cuantas acciones ofensivas emprendió, pero nunca remató a puerta. Fenoy se pasó el partido bailando entre poste y poste, a la espera de esa remate que no llegaba. Para demostrar que estaba ahí, de cuando en cuando salía a despejar un balón con los puños. Alonso fue el único jugador que le puso a prueba, y hubo empate: Fenoy desvió lo justo un remate del realista, para que el balón fuera al poste, antes de que López Ufarte marcara de cabeza -la jugada quizá hubiera sido válida, ya que el fuera de juego era posicional-, y después Alonso ganó la partida al meta, al efectuar el remate con más precisión que fuerza, consiguiendo el empate.

El Valladolid, de salida, sabedor de su inferioridad técnica, planteó un pressing a la defensa rival, para evitar el control del balón de la Real y, de paso, por si robaban los delanteros un balón que pudiera jugarse en situación ventajosa ante Arconada. El gol, sin embargo, llegó en una falta, y después de que la Real no estuviera lista en el despeje. El equipo donostiarra pasó a dominar claramente el partido, pero sin ninguna prisa. Continuó jugando pausadamente, con pases horizontales que impidieron a los puntas coger el ritmo necesario. Pero controlaba el partido y siempre llegaba al área contraria. Que no se rematara era debido a que los centrocampistas no buscaron nunca posiciones idóneas para el remate, ocupados en lanzar balones y cerrar huecos inmediatamente para evitar el contragolpe local.

Ocasiones perdidas para el empate

En la segunda parte, Ormaechea arriesgó más en la táctica y ordenó que su defensa se adelantara para frenar allí los ataques contrarios. Se perdió en colocación, pero se ganó en presión, y ya los centrocampistas pudieron pisar el área con mayor comodidad. Ocasiones hubo para el empate -a Zamora le arrebataron un balón cuando estaba en magnífica disposición para el disparo-, pero también demasiada premiosidad en el remate, máxime cuando a los defensas locales les quemaba el balón.

Entró el encuentro en una fase en la que el Valladolid daba por buena la ventaja mínima. Había renunciado a toda acción que no fuera dirigida a defender su diferencia, y facilitó el objetivo de la Real, que, constante dominadora de la situación, empató con unajugada de pizarra, protagonizada por Alonso, jugador que atraviesa su mejor momento de juego. No sólo defiende y sirve balones a sus compañeros, sino que siempre, merced a sus portentosas facultades fisicas, llega a tiempo para el remate. No es de extrañar que en estos momentos sea el máximo goleador de la Real, junto con López Ufarte, con cinco tantos en nueve partidos, tres de ellos logrados en desplazamientos.

Con fuerza, pero sin remate

Con el empate en el marcador, el único equipo que aún tenía fuerzas para volver a conseguir un gol era la Real, y persistió en su dominio, aunque con el mismo defecto, la falta de remate. En esos minutos que todavía quedaban de partido, Minguela se acordó de que para marcar goles había que rematar a puerta, y el Valladolid se encontró con una victoria inesperada. Fue después también este jugador el que de nuevo salvó a su equipo, al quitar el balón de los pies de Zamora, cuando se disponía a fusilar a Fenoy. El mismo jugador realista tuvo, a falta de segundos para terminar el encuentro, una nueva oportunidad. Fue el portero, en primera instancia, y luego Gilberto y Pepín, al alimón, los que evitaron que el balón llegara a la red.

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