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El Madrid, en la línea de los aspirantes al título

El Madrid venció clara y rotundamente a un Valencia tímido que no tuvo corazón suficiente para intentar obtener el triunfo El público madridista aplaudió de pie las últimas jugadas de su equipo. Sobre todo una de Stielike, que mereció los honores de gol. El Madrid ha entrado ya en la línea de los aspirantes al título. La mejoría de su juego ha sido notable. Fue una lástima que al final del encuentro quedara deslucido por el escándalo formado contra el árbitro del encuentro.El Valencia sólo pensó de salida en el empate. Por eso alineó a Subirats y dejó en la caseta a Pablo. Todo el poder ofensivo le cifró en Weltzl y Saura, que, naturalmente, anduvieron solos y a la deriva. Con el marcador en contra, Pasieguito se arrepintió y sustituyó a Subirats por Pablo pero antes de que se cumpliera el primer minuto del segundo tiempo llegó la segunda diana madridista.

El Valencia quiso defender la igualada y puso en práctica toda clase de prudencias. Los marcajes fueron tan estrictos que Carrete no se despegó de Juanito en ningún momento y Cerveró se dedicó por completo a Ito, como Castellanos de Stiellke, Botubot de Santillana y Subirats de García Hernández. El Madrid no se descuidó en este aspecto, pero supo librarse mejor del encimismo. Ito mareó a Cerveró con esos minirregates que sólo se pueden contrarrestar con una falta. Ito fue pieza clave en la victoria madridista. En los dos primeros goles participó activa y fundamentalmente. Pero la base del triunfo madridista estuvo, seguramente, en la labor de Camacho, que anuló casi por completo a Arnessen. El Madrid jugó con más presión sobre el marco valencianista porque supo aprovechar su superioridad numérica atrás. Camacho, adelantado al centro del terreno en busca de Arnessen, colaboró en los contragolpes y fue hasta un delantero peligroso. Arnessen se fue de Chamartín con tan sólo un par de jugadas en su haber. En una de ellas pudo, incluso, haber marcado un gol.

El otro artista del Valencia, Solsona, estuvo a ratos tal cual es. No es extraño que sea el jugador predilecto de algún poeta. Solsona es barroco, como una columna del palacio del marqués de Dos Aguas, o como una paella debajo de una higuera. Solsona es colorista, pero las más de las veces queda ahogado por la estética.

Ante un Valencia que practicó un minifútbol, el Madrid exhibió reciedumbre. Jugó siempre con más empuje y con más fe en el triunfo. Ese afán que puso Tendillo por salir de su defensa en busca del marco contrario es el que mostraron la mayoría de los madridistas. El Madrid no se dedicó a las exquisiteces, pero supo ser más práctico. Siempre que buscó las alas desbordó al Valencia. Entre otras cosas, porque en el centro de la defensa rojigualda estuvo Botubot, que sumó numerosos errores en el despeje y la colocación.

El primer tiempo, mientras el marcador estuvo a cero, tuvo silencio expectante en los graderíos. Se temía la posibilidad de que el Valencia sacara a relucir alguna virtud. Después ya se vio que era imposible. El teórico cerebro del Valencia actual, Arnessen, se limitó a dejarse marcar por Camacho. Colocado en una de las puntas del ataque, sin espacio para intentar crear la jugada, fue casi nulo. El Valencia que vi anoche, si no cambia radicalmente, será muy difícil que pueda ganar partidos fuera de casa.

El Madrid, con un juego rápido y creciéndose a medida que avanzaba el partido, tuvo un final de encuentro más tranquilo de lo esperado. Stielike fue, como siempre, el impulsor del equipo y esta vez estuvo bien secundado por Gallego atrás; Camacho, espléndido siempre; García Hernández, más sacrificado en el juego del conjunto que en la búsqueda de su brillantez personal; Juanito, más acertado que en ocasiones precedentes, e Ito en clara progresión hacia la titularidad indiscutible.

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