Superado el síndrome de la huelga
Ya nos hemos curado del síndrome de la huelga. El fútbol ha vuelto a los grandes estadios en competición oficial. En San Sebastián, la Real mantuvo la racha de victorias sobre el Madrid, que ya son tres. La televisión, el sábado, nos puso la voz de Matias Prats, y las emisoras de radio emprendieron el domingo la carrera del gol. Hemos recuperado el pulso, tras dos semanas de hipotensión. La vida nacional ya está normalizada. La intoxicación del fútbol abarca ya a todo el territorio nacional.
El Real Madrid se quiso ganar al público de Atocha con el deportivo gesto de formar pasillo y aplaudir a los jugadores de la Real por el título de Liga conseguido la pasada campaña. Y a partir de ese instante, los transistores comenzaron a emitir las voces emocionadas de los comentaristas de todas las emisoras. El aficionado al sobresalto de la radio tuvo la primera ración de Carrusel, al que este año, por vez primera, le falta la voz de Vicente Marco. Pero la SER nos puso los relatos emotivos de José María García, que es alimento indispensable para el seguidor de butaca y zapatillas.De ahora en adelante ya no nos faltarán angustias vespertinas de los partidos con color y calor. Cada gol convertirá a los graderíos «en una fiesta indescriptible ». Y a lo largo y a lo ancho de cada encuentro tendremos la voz temblorosa de los protagonistas en el túnel de vestuarios. Y para el final de cada encuentro, Radio Nacional nos pondrá la voz inquisitorial de Alfonso Azuara, que siempre pretende descubrir entre los árbitros halcones y palomas. Y con espíritu de síntesis nos relatará el último suceso de cada encuentro.
Héctor del Mar, que nos trajo desde Argentina toda la grandilocuencia del gooooooooooool y el hábito de bautizar a cada protagonista con un apelativo rimbombante, ha salido ya del paro, tras dos semanas de huelga. En Radio España, que es una especie de consultorio para los socios atléticos, tendremos a diario las preguntas del ama de casa a la que no le salen las cuentas que presenta el doctor Cabeza.
Pero lo importante se produjo el sábado. En el Manzanares reapareció Matías Prats, que para ser el primer día no contó que «el delegado del Athlétic Club de Bilbao es Oscar Panizo, hermano de aquel sensacional José Luis Panizo, interior izquierdo de la selección nacional, que en el Mundial de Brasil fue el cerebro del equipo y el hombre que ensambló con extraordinaria calidad en San Mamés aquel quinteto del que formaron parte Iriondo. Venancio, Zarra y Gairiza». Matías sin erudición no es Matías. El fútbol sin Matías Prats pierde la «cepa del poste y la posición teórica del antiguo medio centro», como el ciclismo sin los viejos comentaristas se ha quedado sin la serpiente multicolor.
El fútbol estará siempre lleno de nostalgias. Como los toros que no pueden pasar sin recordar el aniversario de la muerte de Joselito. En el fútbol hay hombres que han atesorado parecido respeto. En Oviedo el domingo hizo el saque de honor Isidro Lángara, cuyo nombre dice poco a los jóvenes de hoy, pero que es la historia misma de los viejos mitos goleadores. Isidro Lángara, internacional al que el exilio le privó gran parte de su gloria, todavía es gente en el fútbol. A Isidro Lángara le dedicaron un homenaje hace tres años en el viejo estadio de Boedo para rememorar aquel debú en el que marcó cuatro goles al River. Lángara lo tuvo difícil, porque su planta no gustó. Al comienzo del encuentro, los hinchas del River decían: «Y con ese lechero nos van a ganar ustedes». Lángara no tenía entonces negocios de leche, como muchos hispanos de la época, pero la incredulidad se tornó en admiración.
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