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Reportaje:

El martes comienza una nueva Vuelta Ciclista a España devaluada

La Vuelta Cliclista a España 1981, en su edición número 36, comenzará pasado mañana, martes, en Santander, sin que los buenos augurios de la temporada anterior, en cuanto a una revitalización sólida con hombres de calidad, hayan cuajado. Muy al contrario. Incluso con problemas físicos en algunos de los pocos corredores españoles destacados: Faustino Rupérez, último vencedor -aunque anteayer ya ganó la etapa reina de la Vuelta a Cantabria-, o Juan Fernández, medalla de bronce en los pasados campeonatos del mundo de fondo en carretera, y, sobre todo, con una mediocre participación extranjera, el nivel ha disminuido.

Resulta triste confirmar, una vez más, que al ciclismo español le cuesta demasiado levantarse de una caída que ya dura bastantes años. Desde los tiempos en que los Bahamontes, Loroño, Julio Jiménez o Fuente acaparaban la atención de los aficionados, éstos esperan un interés verdadero que despierte de verdad un deporte alel argado. La pasada temporada, con. la irrupción de una nueva hornada de ciclistas jóvenes, pero unida, todo hay que decirlo, a una pobre representación extranjera, la Vuelta a España, primera muestra del nivel del deporte de competición de las dos ruedas, adquirió por primera vez desde hacía mucho tiempo mornentos realmente importantes. La lucha fue interesante, y el propio ganador, Rupérez, demostró, junto a Juan Fernández, su calidad en el siguiente Giro de Italia. Se pudo discutir la oportunidad de lanzarle tan pronto a esa aventura, pero cumplió, rondando casi siempre en la general entre los diez primeros puestos. Después, Fernández, mejor corredor de carreras de un día, obtuvo un tercer puesto en el campeonato del mundo, que llenó sobradamente a nivel internacional las arcas vacías tanto tiempo del ciclismo español,Pero la Vuelta a España, que por lo visto nunca se acercará siquiera al Giro -menos aún al Tour-, no deja de ser un espectáculo y, como tal, es obvio que no se puede mantener a base de lucha entre promesas, sobre todo cuando por toda Europa, antes y después de su celebración, se disputan muchas pruebas con bastante mejor nivel -hoy mismo, la última de las grandes pruebas clásicas de un día, la Lieja-Bastogne-Lieja-. Al igual que en la pasada Universiada de Invierno, la presencia de casi treinta países no justifica la calidad de una competición, si los participantes de gran nivel se cuentan con los dedos de una mano, en este caso sucede lo mismo. Problema aparte para la crítica, aunque fundamental en su incidencia general y que viene a ser la pescadilla que se muerde la cola, es el económico. Si no vienen más figuras es porque no existe soporte publicitario suficiente en España para conseguirlo como en otros países. Televisión Española tampoco ha ayudado; parte por su desinterés habitual, parte porque si no le ofrecen calidad tampoco va a dar la cara por delante. Bastante hace con dar un corto resumen -inútil- diario. De conexiones en directo, nada. De todas formas, si sigue empeñada en retransmitir los engañosos campeonatos mundiales de profesionales de patinaje artístico desde Jaca, porque sus organizadores han sabido buscar los días apropiados, sin programación cargada, de Semana Santa, cualquier cosa es explicable, como siempre.

Ejemplos de la penuria

Según todo ello, con dar ejemplos de por qué la nueva edición de la Vuelta a España no puede tener más que una limitadísima calidad, será suficiente. Entre los españoles, Rupérez, al que le han quitado la escayola por su pasada fractura en una mano hace pocas semanas, prácticamente saldrá a rodarse, aunque anteayer ya dio un gran paso en su recuperación al ganar la etapa reina de la Vuelta a Cantabria. Juan Fernández también está tocado, y, así, sólo el denominado tercer mosquetero, Marino Lejarreta, junto a Alberto Fernández, parecen con entidad para altas empresas en carreras por etapas, incluso por encima de la Vuelta. Pero, como referencia, cabe señalar que Marino sólo ha sido octavo -aunque ganó la última etapadel discreto Tour de Tarn, a diez minutos de Bernaudeau, antiguo escudero de Hinault, y cuarto en la Vuelta al País Vasco, ganada por Contini. El segundo, que ganó la Vuelta a las Tres Provincias -ex Vuelta a Levante-, pero sin extranjeros, no pudo con Nilsson en la Semana Catalana. El sueco está actualmente en el Splendor, uno de los muchos equipos belgas de cierta entidad.Precisamente, el Splendor, sin ser de los mejores, podría haber estado en la Vuelta, pero sus condiciones económicas no eran asequibles para la endeble capacidad de la organización. Por ello, la participación extranjera ha quedado reducida al Mercier francés, sin su jefe de fila, Martin; al Inoxpran italiano, únicamente con Battaglin -un corredor de triunfos, pero limitado- y al Alarm holandés de Lammertink y Schipper -ganador éste ante la penuria rodadora española, de la última Ruta del Sol-. Pero ninguno de ellos tiene comparación con equipos similares de sus respectivos países. El Mercier, por ejemplo, es el menos atractivo de los galos, pues se olvida al Renault de Hinault -ya en forma con sus triunfos en las clásicas Anistel Gold Race y París-Roubaix- o al Peugeot del irlandés Roche -gran revelación al ganar la Vuelta a Córcega y la París-Niza-, Laurent, Duclos-Lasalle, Anderson, Jones y el ya citado Bernaudeau. Individualmente, incluso tendrían más «gancho» Agostinho, del Sem o el aún «vivo» Thevenet, del Puch.

Tampoco el Alarm holandés tiene comparación con el Ti-Raleigh, tal vez el mejor equipo del mundo -que parece va a desaparecer-, con nombres tan importantes como Kneteman, Zoetemelk, Rass, Lubberding, Van de Velde, Peeters o Maas, por decir sólo unos pocos. Ni el Inoxpran italiano, con gran parte de los ocho restantes equipos profesionales trasalpinos de la actualidad: el Bianchi de los Baronchelli, Contini, Knudsen o Prim; el Farricucine de Moser y Gregor Braun; el Gis de Saronni o Panizza, e incluso el Magniflex de Johansson y Amadori -revelación de la última Tirreno-Adriático, ganada en el último momento por Moser-. En cualquier caso, bloques al margen, el aficionado querría ver «nombres», como sucede en Europa. Lo que no se puede es justificar su ausencia con que habrá «lucha e igualdad».

Lista interminable

Porque la lista de ausentes sería interminable, lamentablemente. El citado Jan Raas ha ganado esta temporada clásicas como las Gante-Wevelgeni y Het Volk, así como la prueba Etolle de Besseges. No es un especialista en pruebas por etapas, pero es una figura. El Ti-Raleigh, una atracción. Si en su temporada no entra nunca la Vuelta a España, habría que hacer el esfuerzo de que ello sucediera o mejorar el nivel. Sin embargo, vuelve a ser la pescadilla que se muerde la cola.El panorama de ausencias es aún más triste si se ve también el «olvido» de los diez equipos belgas existentes. Incluso del suizo Cilo Aufina de Mutter -ganador del Tour del Mediterráneo-, Fuchs, Gisiger y Sutter o del alemán Kondor de Thurau, otro nombre atractivo. En la lista belga -aparte ya del Splendor de Nilsson, Criquelion, De Muyrick, Borguet, Malfait, Van Calster o Planckaert- se puede citar al Capri, de Willems -ganador de la Flecha Walona-, Delcroix, Demeyer o Jacobs; al Safir de los Dierickx, Peters o Van Springel; al Daf nada menos que de Kuiper -vencedor del Tour de Flandes- o De VIaemirick -Cinco veces segundo en las clásicas de este año-; al Vermeer de De Wolf -vencedor de la Milán-San Remo-, Pollentier y Bogaerts, e incluso al Boston de Van Impe y Teirlinck, o el Boule d'Or de Wellens y el «medio resucitado» Freddy Maertens.

La Vuelta comienza con el prólogo habitual en Santander; el miércoles, primera etapa, hasta Avilés, 221 kilómetros, y el jueves, la segunda, Avilés-León, de 159, con El Padrún y Pajares, primeras dificultades montañosas de las no excesivas que existen en España, en comparación con Italia o Francia. Después, tras el paso por Extremadura -estreno en la Vuelta- habrá final de etapa en Sierra Nevada y tras subir por la costa mediterránea, en lo que se parece más que nunca a una verdadera circunvalación de España, se volverá a Madrid con las etapas ya clásicas de los puertos antes del final, también habitual, del paseo de la Castellana, el 10 de mayo.

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