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Edward Kennedy se divorcia de su esposa Joan, después de 23 años de matrimonio

El senador demócrata norteamericano Edward Kennedy y su esposa, Joan, decidieron ayer divorciarse, según difundió la oficina que el político tiene en el Capitolio. El matrimonio vivió una tormentosa historia matrimonial de veintitrés años. «Hemos tomado esta decisión juntos, con la comprensión de nuestros hijos y después de consultar a un sacerdote», afirma el matrimonio en el comunicado difundido por los servicios de Prensa del senador.

El matrimonio Kennedy vivía prácticamente separado desde hacía varios años. La política los reconcilió a finales de 1979, cuando Edward, hermano del presidente asesinado John F. Kennedy y del candidato presidencial, también asesinado, Robert, decidió lanzarse a la carrera presidencial norteamericana. En las primarias, este político de 48 años, con menos fortuna que sus hermanos en el arte de manejar los hilos de su partido, fue vencido por Jimmy Carter, entonces presidente de Estados Unidos.Edward Kennedy es uno de los líderes liberales del Partido Demócrata que más prestigio tiene en los órganos parlamentarios estadounidenses. Su mandato como senador terminará el próximo año Las especulaciones sobre su futuro político se orientan a la posible estrategia de unir a su partido, derrotado en las elecciones de 1980 y dividido ahora, sin un liderazgo firme. El aspira a ser ese líder y cuenta con sus capacidades personales para vencer en las presidenciales de 1984.

Una vez resueltos los trámites legales del divorcio, el senador seguirá viviendo en su residencia de McLean (Virginia), uno de los barrios periféricos más elegantes de Washington. Joan residirá en Boston. Los Kennedy tienen tres hijos: Kara, de veinte años; Edward, de diecinueve, y Patrick, de trece.

Desavenencias

Los rumores sobre las desavenencias del matrimonio datan de 1969, cuando se produjo «el caso de Mary Jo Kopechne», una joven ex secretaria de su hermano Bob Kennedy, que murió ahogada después de un accidente de tráfico que se produjo cuando regresaba con Ted de una fiesta nocturna. El senador no avisó del suceso a la policía inmediatamente. El accidente, la muerte y su actitud ante ambos hechos no sólo pesaron sobre su vida familiar, sino que determinaron gran parte de sus dificultades políticas.

Las divergencias en el matrimonio se hicieron especialmente dramáticas a partir de noviembre de 1973, cuando se descubrió una grave enfermedad del hijo mayor, Ted, al que hubo que amputarle una pierna. A partir de entonces, Joan buscó en la bebida una salida de sus depresiones. «No supe hacer frente a mis problemas ni a mis responsabilidades. El alcohol fue un escape; me ayudaba a sentirme libre, a vivir de espaldas a una situación que me tenía destrozada», dijo después de una cura que realizó en una clínica especializada.

Joan Kennedy parece hoy una mujer recuperada. Después de trabajar en una sociedad de alcohólicos anónimos, se matriculó en la facultad de Pedagogía de Boston y allí sigue estudios.

«A partir de ahora, Joan piensa dedicarse por entero a la música y a los problemas de la educación de los niños», decía el comunicado emitido ayer por la oficina de Edward Kennedy, quien reitera en la misma comunicación su interés por presentarse a la reelección de su puesto como senador, en 1982.

Influencia familiar

Tanto Joan como Edward proceden de familias católicas y acomodadas. Joan estudió en el colegio del Sagrado Corazón, de Nueva Orleans, donde conoció al que ha sido su esposo, con el que se casó en 1958. «Yo entonces tenía veintidós años y todo fue feliz hasta que tuvo que pasar la gran desgracia de los asesinatos de John y Robert. El asesinato de John ea Dallas hizo que se derrumbara. No podía creer que hubiesen matado a un hombre tan bueno. Luego, cuando mataron a Bob en Los Angeles pedí a Ted que abandonara la política, pero no lo logré ».

El matrimonio se ha roto a pesar de los esfuerzos que la gran matriarca del clan Kennedy, Rose Kennedy, ha hecho para salvarlo.

Una indicación de esa actitud de la anciana la dieron las declaraciones que hizo recientemente en una entrevista que firmó su nieta Carolina: «Una de las cosas que más he sentido en mi vida ha sido la ruptura matrimonial de mi hija Pat». La mujer que asistió con entereza y con los ojos secos a los asesinatos de dos de sus hijos y que aún controla el poder familiar de uno de los clanes más poderosos de Estados Unidos, sufre una nueva prueba.

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