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Carrillo contesta a las críticas a su gestión al frente del partido

El secretario general del Partido Comunista de España (PCE), Santiago Carrillo, publica hoy en el semanario oficial del partido, Mundo Obrero, un extenso informe donde, tras reflejar con detalle lo que él entiende por eurocomunismo, intenta contestar a aquellos sectores que, desde dentro del partido, han criticado diversos aspectos de su gestión, especialmente a los denominados eurocomunistas críticos y a los leninistas y prosoviéticos. Asimismo, Carrillo no oculta el «distanciamiento grave» sufrido entre el PSUC y el PCE tras el V Congreso de los comunistas catalanes.Para responder a las acusaciones de los leninistas y prosoviéticos, que han calificado muy duramente su política durante la transición (pactos de la Moncloa y Gobierno de coalición fundamentalmente), Santiago Carrillo hace un breve repaso del año en que murió el general Franco y las circunstancias concretas de aquellos momentos. «Se había llegado a un punto», escribe, «en el que a las clases dominantes la dictadura franquista ya no les servía para afrontar la crisis económica con soluciones autoritarlas. Pero, a la vez, las fuerzas revolucionarias y transformadoras no eran suficientes para imponer una ruptura ni un cambio radical, lo que condicionó que el cambio político no implicase la transformación del aparato del Estado ni la ruptura de la hegemonía de las fuerzas oligárquicas».

En este contexto, y tras valorar lo que significó la legalización del PCE, Carrillo reconoce que los resultados electorales de 1977 «no eran los que correspondían a nuestro papel en la lucha contra la dictadura; el cambio por medio de la reforma favorecía a los partidos reformistas». Este relativo fracaso electoral fue, en opinión de Carrillo, el primer factor que causó «indudable decepción entre nuestros camaradas y simpatizantes, llusionados por una campaña electoral que había congregado grandes multitudes». Y en esta situación de debilidad «la cuestión fundamental era modificar la hegemonía de la oligarquía. Dada la imposibilidad en aquel momento de una alianza con la izquierda», recuerda Carrillo, «la única política que podía llevar a la clase obrera a posiciones de poder era la que definimos como de concentración democrática. Los acuerdos de la Moncloa estaban orientados en esta perspectiva».

Los pactos de la Moncloa

Sin embargo, y en esto coincide Carrillo con sus opositores, «no conseguimos que se cumplieran ni logramos un Gobierno de concentración democrática», errores que los dos sectores citados de los comunistas le han reprochado vivamente a Carrillo, especialmente en el reciente congreso del PSUC. No obstante, Santiago Carrillo se justifica: «Sin embargo», continúa, «¿podíamos renunciar a intentarlo? ¿A cambio de qué otra política, que no fuese ni testimonial ni grupuscular?» Y, a continuación, el secretario general del PCE reprocha a sus detractores: «Nadie definió otra política alternativa entonces ni la define ahora». Y advierte: «La agravación de las tensiones en lo nacional e internacional, la desesperanza, la frustración las dificultades objetivas con que tropieza nuestra política, alientan el peligro a encerramos en nuestras tiendas de campaña, a buscar los responsables de dichas dificultades en nuestras propias filas, donde la culpa de que las cosas no vayan bien se achaca al PCE», o también alerta sobre las condiciones de frustración y desesperanza que «propician toda suerte de salvadores..., que no abren ninguna crisis revolucionaria ni de regeneración, sino todo lo contrario».En otro momento de su escrito, Santiago Carrillo hace una autocrítica sobre ese período pasado, y afirma: «Nuestro error ha consistido en no saber convencer al partido de la gravedad de la crisis económica, de sus peligros para el avance democrático y de que el ascenso de nuestra propia fuerza y de las posibilidades reales de la izquierda... iba a ser un proceso lento y complejo». «Y otro error Importante», y aquí entra Carrillo a contestar a los sectores críticos que han pedido mayor democratización interna y aumento de los elementos federalistas, «reside en que en esta etapa de legalidad se ha ido debilitando la idea del PCE como un todo único... No es que en el PCE haya demasiado centralismo democrático es que a escala de España hay muy poco». Esta reflexión, unida a sujuicio de que «no es que haya un aparato del PCE agobiante, pesado, sobre su funcionamiento», propició que un destacado dirigente comunista, identificado en la línea crítica, declarase ayer a EL PAIS que este análisis le parecía «lo de siempre». «Es el empeño de Carrillo», añadió la fuente, «en negarse a ver que si no se cambian las anquilosadas estructuras de poder en el partido el eurocomunismo no puede desarrollarse, y las tensiones serán cada vez mayores».

En esta línea, el secretario general del PCE reconoce que el partido «no tiene el mínimo aparato necesario para asegurar la intercomunicación entre la base, los organismos intermedios y el Comité Central». «Y ese es, precisamente, uno de los factores que inciden en las deficiencias que hay en el funcionamiento democrático interno». Pese a ello, Carrillo no anuncia soluciones a esta «deficiencia», sino que se limita a avisar que «resolver esos problemas llevará un tiempo no breve», advertencia que ha incrementado la inquietud del sector crítico, según la misma fuente.

Posteriormente, Carrillo analiza la situación concreta del PSUC tras el abandono del eurocomunismo, e insiste en que se ha producido un «distanciamiento grave», en que «los resultados del V Congreso del PSUC han sido un serio golpe para el prestigio de éste, y, más allá, de todo el PCE», y en que su deseo sería la celebración de un congreso extraordinario.

Finalmente, señala Santiago Carrillo que los «manejos de una mano extraña de un director de orquesta oculto» están tras los resultados del congreso de los comunistas catalanes, y concluye: «Somos conscientes de que ante nuestro X Congreso pueden tejerse redes que obren en ese sentido. Frente a ellas vamos a defender al PCE y su política».

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