El triunfo de la coherencia
En medios del PCE y de CC OO, muchos son los que se han visto sorprendidos por los resultados del II Congreso de la Unión Sindical de CC OO de Madrid, y concretamente ante el hecho de la reelección del equipo base que durante los dos últimos años ha estado al frente del sindicato de CC OO en esta provincia.¿Pero sorprendidos, por qué? Este congreso poco ha aportado en el terreno de la clarificación política y sindical a las propias CC OO, y mucho menos al conjunto del movimiento obrero madrileño; es más, probablemente (y esto se podrá comprobar o desmentir dentro de dos meses) haya supuesto por sí mismo una dificultad suplementaria para el mejor modo de abordar las elecciones sindicales en puertas. Pero una cosa sí está clara: a pesar de las extrañas circunstancias que han rodeado este segundo congreso, los delegados asistentes a él han hecho gala de una coherencia a prueba de bomba y presiones. Y es en esto donde radica, a mi entender, lo más importante y valioso de este congreso.
En efecto, si desde las más altas instancias de CC OO se lleva tanto tiempo predicando una concepción y una práctica sindical que me atrevería a calificar de radicalanarquista, ¿por qué nos asombramos ahora de que los mejores exponentes de esa política, los que más esfuerzos han hecho para ponerla en práctica, vuelvan a ser reelegidos? Al equipo que dirige la Unión Sindical de CC OO de Madrid se le podrán reprochar multitud de cosas, pero no esta: ser un fiel y entusiasta, seguidor de la política decidida por la confederación.
«Que la crisis la paguen los capitalistas», nos dijeron hace dos años, y Madrid aplaudió enfervorizadamente.
Que la confederación decide dar un giro (de «histórico», se llegó a calificar) y reivindicar en pleno verano de 1979 un 7,3% de aumento salarial, ahí está la entusiasta unión de Madrid lanzándose a la batalla.
Que la confederación muestra reticencias a negociar un acuerdo con la patronal y otros sindicatos donde se hable de absentismo, productividad, vigencia de dos años y hasta descuelgues, ahí está la unión de Madrid acogiendo con gran alivio el triunfo de esas reticencias, aunque el precio sea el ahondamiento de la división sindical y la desmoralización de amplias capas de trabajadores.
Que la confederación se lanza a una política afiliativa y de organización, basada más en el territorio que en la rama de producción, aquí tienen a Madrid como ejemplo más logrado, estructurado y difícilmente corregible a corto plazo por mucho que chirríen las bisagras financieras.
Grandes planes de solidaridad
Que la confederación opta por una política de grandes planes de solidaridad, llena de rotundos principios de «clase», mejor que por una política más modesta y realista, pero que no deje a grandes masas de trabajadores sin el concurso y el apoyo de la primera central sindical de este país, aquí tenemos a Madrid, donde las ramas más importantes de la producción (un colectivo de más de medio millón de trabajadores) se rigen hoy por convenios hechos sin CC OO.
Que como consecuencia de todo eso (aunque, desde luego, no sólo por eso) hoy la concepción dominante de las elecciones sindicales sea la de la patronal, es decir, la competencia (virtud eminentemente burguesa) entre centrales sindicales, y no la concepción obrera de verlas como un momento que, por encima de todo, debe potenciar la autoorganización (unitaria) de los trabajadores, el ejercicio democrático de la elección y la representación, la educación política de las grandes masas de trabajadores, es cosa que no nos puede extrañar.
Tengo la impresión de que la mayoría de los delegados asistentes a este segundo congreso lo han visto así y no se han parado a pensar en si el timbre con que la unión de Madrid ha venido interpretando la ópera sinfónica de CC OO era el correcto o no. A fin de cuentas, la melodía sí era la de CC OO, y buena prueba de ello es que la candidatura que se presentó como alternativa no llevaba programa diferente alguno, a lo más que aspiraba era a cambiar de músicos para seguir tocando la misma pieza. Raquítica pretensión que, por poco convincente y probablemente también por economía (todo cambio superfluo comporta gastos superfluos), el congreso rechazó mayoritariamente. Que encima, y como consecuencia de ello, hoy la bandera de la independencia del sindicato, hasta este momento patrimonio de todos en CC OO, haya pasado a manos de un único sector, al menos en Madrid, es problema que los aprendices de brujo deberán resolver.
Cambios de personas
A fin de cuentas, ¿qué he querido decir, que más necesario que cambiar de personas, es cambiar aspectos importantes de la política sindical de CC OO? Pues sí, eso es. Y empezando por lo más cercano: el carácter que se está dando a las elecciones sindicales. El enfoque básico que, según las últimas jornadas de acción sindical se quiere dar a la próxima negociación colectiva (si nos dejan entrar a negociar sin asumir los puntos «regresivos», firmamos los convenios. Por cierto, ¿ya no es regresivo reivindicar cuarenta horas para 1983?). La arraigada convicción existente en CC OO de que fuera de nosotros no hay ningún sindicato de clase (¡qué estrecha y mezquina idea de la clase tenemos!).
Mientras no se empiece por ahí, habrá que convenir que el II Congreso de las CC OO de Madrid, además de coherente, ha tenido toda la razón al elegir al equipo que en mejores condiciones está para impulsar esa política, aun cuando, lamentablemente, ni esa política ni ese equipo sean los instrumentos más idóneos para ir articulando ese amplísimo y plural bloque de fuerzas que en España y en Europa se necesita para conseguir ese futuro sin explotación, pleno de democracia y de libertades, y que sólo empezará a verse cercano el día que los trabajadores tengan como horizonte revolucionario ese, y no otro.
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