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La "milagrosa" recuperación política. del partido socialista

El 3 de diciembre pasado, en la sede central del partido socialista en Lisboa, se podía leer en el rostro de Mario Soares y de los dirigentes del PS todo el peso de la derrota, cuya magnitud habla sorprendido a los más prudentes.Los meses siguientes no trajeron gran consuelo a los militantes: las divisiones internas parecían prevalecer sobre la búsqueda de una reorientación política, la oposición parlamentaria del PS era más bien blanda, desarticulada, incapaz de estorbar seriamente a la nueva mayoría, que entraba a matar. Los socialistas parecían abdicar en manos del Partido Comunista el liderazgo de la izquierda, de la oposición política y de la agitación laboral.

Los analistas políticos trataban el fantasma de la «italianización» de Portugal, que aseguraría, para muchos años, el poder de la derecha o del centro-derecha.

Hoy, el líder democristiano Freitas do Amaral asegura, a veinticuatro horas de la votación, que el Frente Republicano y Socialista no debe sobrepasar el 30% de los votos, lo que significa, de todas maneras, una seria recuperación para quien había bajado del 37% al 26% en tres años.

¿Cómo ocurrió el milagro? «No se explica, hay que verlo», afirma, conmovido hasta las lágrimas, un militante norteño.

Y lo que se ve es, sobre todo, a Mario Soares omnipresente, de Norte a Sur, en centenas, tal vez millares, de pequeños mítines, abrazado, aplaudido, oyendo otra vez esta frase tan grata: «Mario, amigo, el pueblo está contigo».

Contra toda dictadura

La manifestación de Lisboa, al segundo domingo de la campaña, había dado el tono: «Estamos otra vez aquí, camaradas, como en 1975. Todos los que bajamos a la calle para cortar el camino a la dictadura comunista estamos aquí de nuevo para impedir que Portugal caiga en la aventura de otro totalitarismo de signo contrario. Estamos aquí para defender la revolución de abril, para oponernos a la restauración del poder económico de los grandes grupos que explotaron Portugal durante cerca de medio siglo».

El argumento es tal vez simpliita, pero el Frente Republicano y Socialista ha apostado a fondo por dos sentimientos igualmente profundos: el apego a « la libertad» y el descontento, que no falta en un país enfrentado a graves dificultades económicas y financieras. Más que soluciones se apuntó un culpable: el Gobierno, el primer ministro, la derecha.

El militante socialista no es habitualmente muy disciplinado ni muy activo. Mario Soares, con orgullo, comparó un día su partido a los hinchas del Benfica: cuando el club se enfrenta a un partido decisivo todos los socios están galvanizados y sus fuerzas se multiplican.

Para obtener este efecto multiplicador el PS ha curado sobre todo la moral de sus hombres. Una serie de escándalos había avalado la desconfianza del electorado socialista en la honradez, en la capacidad de gobernar de sus dirigentes: dos años alejados del poder han apagado la memoria de estos tristes episodios, y la utilización exhaustiva de algunos «casos» acontecidos con el nuevo Gobierno permite ahora afirmar que «los otros lo hicieron peor».

Alianza Democrática ironiza que el FRS es una alianza del PS consigo mismo, «un cojo apoyado en dos bastones», pero tal vez menosprecie el sentimiento de comodidad de muchos militantes ante la vuelta al redil de los disidentes de izquierda de Lopes Cardoso, el puente tendido a muchos sindicalistas socialistas que nunca tuvieron mucha fe en el futuro de UGT.

A la inversa, los socialdemócratas independientes de la ASDI no representan tal vez una fuerza numérica apreciable, pero la afirmación de que el PSD y Sa Carneiro no son, ni nunca fueron, socialdemócratas cobra otra fuerza cuando es pronunciada por Sousa Franco, que fue dirigente máximo del PSD, o por Magalhaes Mota, ex ministro y fundador del partido. Su presencia en el frente tuvo, al menos, un efecto: cortó la hemorragia de «tecnócratas» del PS. Finalmente, al dar su apoyo al presidente Eanes en su recandidatura a la jefatura del Estado, el PS decidió apostar a fondo por su prestigio nacional e internacional para vencer las vacilaciones de los moderados y del electorado que apoyó a Alianza Democrática no por convicciones ideológicas, sino en busca de paz, orden y estabilidad. Con semejante candidato presidencial, ¿cómo puede ponerse en duda que los socialistas harán aventurerismo, pactarán con los comunistas o no respetarán a la Iglesia católica? Eanes es el hombre serio, constan te, incorruptible y además el vencedor seguro. Cuanto más ataca Alianza Democrática al presidente y a su «proyecto político-militar marxista», más insiste el Frente Republicano y Socialista en que quien quiera a Eanes en la presidencia debe votar contra la Alianza Democrática (AD) de Sa Carneiro.

La recuperación socialista no será un «mar de fondo», pero debe llegar para recuperar un diputado en Faro, uno en Santarem, dos o tres en Lisboa y Oporto: lo suficiente para hacer perder a AD la mayoría absoluta y «reabrir el diálogo democrático».

Contra el «voto útil» hacia la izquierda, que puede llevar a parte del electorado comunista a votar PS como la manera más segura de derrotar a Alianza Democrática contra un anticomunismo exacerbado de los dirigentes socialistas, preocupados de la campaña de la derecha, que tiende a poner a socialistas y comunistas «en el mismo saco marxista, colectivista, ateo».

El argumento cuaja entre los obreros del cinturón industrial de Lisboa. Es, tal vez, en los feudos comunistas de Lisboa y Setúbal donde la acogida a Mario Soares fue más fría, pero sin agresividad ni manifestaciones hostiles, como el año pasado.

En contrapartida, los comunistas cuentan con un aumento en el Norte y el centro. En Braga, donde todos los locales comunistas fueron quemados en 1975, fue elegido en 1979 el primer diputado del PC. Esperan repetir la hazaña, duplicarla tal vez, más un diputado en Castelo Branco (faltaron menos de cien votos en 1979).

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